Todo es caos, anarquía, enredo; tenemos un rumbo improvisado que no nos augura travesías tranquilas. Continuamos viviendo en medio de la tempestad que ha caracterizado nuestra historia; nada hay que prediga que se avizora la calma.
Vivimos en una nación con falta de liderazgo, indiferente con la realidad que tenemos, aceptando todas sus desgracias y los malos manejos de lo que es de todos; ese entramado de lo público, que necesita en cualquier país decente y digno.
Este país que rinde culto al despilfarro de los recursos de los contribuyentes con la compra de lo que no necesitamos, para prepararnos para guerras inexistentes, pero que pueden crear, para darle calma a sus poderes enfermizos, desentendidos de la realidad interna que vivimos, que es por sí misma motivo suficiente para concentrar todos los esfuerzos y recursos, para tratar de ponerla en orden, con justicia, legalidad y equidad.
En el reinado transitorio de un “don nadie” que demuestra poder para el despilfarro de lo que es de todos, como si se tratara de sus recursos, sin que medie entre las necesidades y los gastos un momento de reflexión, para pensar en lo que es importante y dejar de lado lo que es inútil o mal gastado. Que Colombia gaste en la compra de aviones de guerra casi 15 billones de pesos es un despropósito, que solo puede salir de alguien que tiene el juico falseado, que quiere meternos en conflictos que no necesitamos o en guerras que no estamos interesados en comenzar.
Pero el plan sigue adelante y a pesar de que somos un país subdesarrollado y pobre, se gastarán para actualizar los aviones viejos por unos nuevos. La compra total llegaría hasta los 4 mil millones de dólares. La pregunta es, si es necesario un cambio en la flota de defensa aérea en un momento de crisis económica, con alta tasa de desempleo y siendo Colombia uno de los países más desiguales del subcontinente latinoamericano. La respuesta es: ¡No!
Mucho dinero malgastado, cuando tenemos prioridades y problemas no resueltos, a los que el gobierno no les presta atención. ¿En qué estará pensando el improvisado presentador de televisión que nos gobierna por encargo, cuando tiene el orden de prioridades completamente alterado y actúa con el juicio falseado? Está produciendo grandes perjuicios a una sociedad, que verá incredulá, como se resuelve esa maraña de malos manejos y defraudaciones de lo público, con una reforma tributaria, que será pagada por la clase media y los trabajadores. Eso porque en Colombia, los ricos no pagan lo que les corresponde, fuera de que les dan beneficios que son una locura, que reflejan el mal manejo económico del pais.
Mientras el desbarajuste sigue su rumbo errático, todo se vuelve rumba; hacen en Colombia un festín, al que no son invitados los que sufren las consecuencias de los malos manejos de los dirigentes políticos y gamonales que llevan los destinos de nuestra nación.
La pandemia no ha terminado de pasar su cuenta de cobro, pero actuamos dentro de una “normaldad” inexistente, demostrando que no tenemos dirigentes preocupados por los sufrimientos de la gente. Como si no fuera suficiente, la ola invernal hace estragos y el cambio climático pasa cuenta de cobro por los desmanes de un país que no ha cuidado la naturaleza.
Llegó la hora de cambiar. Necesitamos tener un rumbo definido, que se preocupe por el bienestar de todos los colombianos, incluyente y justo, pacífico y ordenado, acabando con esos emporios de podredumbre en los que se acumula el poder y la riqueza, a costillas del sufrimiento y la pobreza de millones. La situación no da mas espera, tenemos una represa que representa la cloaca en que convirtieron muetra patria, los inescrupulosos de siempre.
O cambiamos ahora o nos cambia la realidad del mundo. El futuro está en nuestras manos. Es hora de cambiar y escoger bien a quienes manejan el Estado.
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