Todo lo existente en el planeta tiene riesgos de diferente connotación. Los seres vivos y los elementos o estructuras inertes, afrontan en los distintos tiempos de su presencia en la tierra una serie de circunstancias que aceleraran su extinción.
Para dilatar el tiempo hacia el fin, se establecen los controles a los riesgos, sin ser eliminados totalmente por cuanto todo, sin apelación, será finito en algún momento, aun transcurran  miles de millones de años.
Sin embargo, en lo referente a los seres vivientes,  hay acciones u omisiones que atentan contra la vida de quienes se supone deben persistir más tiempo en el planeta. Cuando se abrevia el tiempo de vida o se producen lesiones que distorsionan lamentablemente la existencia, indudablemente  la fuerza propia, otorgada por la naturaleza de quienes viven,  ayuda a superar las dificultades. 
Los seres humanos están sometidos a infinidad factores de riesgo, por presencia o ausencia, desde  la concepción hasta la muerte. Para lograr la permanencia de la vida con dignidad, las personas tienen la obligación de propender por la conservación de su existencia bajo la imprescindible tutela efectiva y oportuna  del Estado. Si fuere del caso, apoyados por sus congéneres y  creencias.
Ahora que se expresa por doquier la necesidad de controlar los factores de riesgo para salvaguardar la vida humana, es necesario conocer y evitar en lo posible los peligros  que atentarán contra su existencia integral o contra las discapacidades que pudieran derivarse de una acción u omisión.
El riesgo nunca será  cero. Puede ser ínfimo como una millonésima, pero existe y nadie puede estar seguro de que jamás le corresponderá.
Para la  salud humana  los riesgos son múltiples, cada vez  más diversos e intensos. Lo que ayer se creía inocuo hoy es un evidente, comprobado científicamente, factor  nocivo que debe ser eliminado o al menos controlado para permitir una sobrevida deseada, en condiciones al menos aceptables o toleradas por quienes padecen la enfermedad o las secuelas. 
Hay muchos riesgos no atribuidos a enfermedad como la violencia, la accidentalidad y los desastres naturales, por ubicar algunos ejemplos, que atentan finalmente contra la vida o derivan enfermedades o discapacidades.
El cáncer, como la hipertensión, la diabetes o las infecciones crónicas  , tiene factores de riesgo. Pero indudablemente hay tumores malignos en los cuales aún no se establecen plenamente las causas y por lo tanto no hay manera de combatirlas para eliminar la presencia del proceso.
El pasado sábado se difundió internacionalmente una noticia  a partir del extenso trabajo original, The Lancet,- Londres-Elsevier-, los resultados de un estudio de 87  factores de riesgo  y 369 causas de muerte, referidos a cáncer, en colaboración con 214 países y territorios, con datos de 1990-2019, reales y extrapolados. 
La conclusión más importante radica en expresar que cerca de la mitad de las muertes por cáncer, de un total de 4.5 millones (2.88 en hombres y 1.58 en mujeres) pueden ser evitadas con la eliminación de los factores de riesgo que fueron agrupados en 3 complejos: ocupacionales y ambientales, del comportamiento y metabólicos. Traducidos a ejemplos: tabaco, alcohol y hábitos alimenticios.
Los cinco primeros factores de riesgo detectados en hombres: Tabaco, alcohol, riesgos de dieta, polución aérea y alto índice de masa muscular. En mujeres: Tabaco, sexo inseguro, riesgos de dieta, elevado índice de masa muscular y glucosa elevada en ayunas. 
Los cinco primeros tipos de cáncer fueron: Pulmón, bronquios y tráquea; colon y recto, esófago; cuello uterino e hígado.
Cifras poblacionales, debidas a cáncer evitables que  merecen ser analizadas  aparte son: Los años de vida perdida y de vida con discapacidades. La sumatoria de ellos(105 millones de años para ambos sexos). 
No es fácil controlar los riesgos pero es un imperativo.