Quienes edifican sus sueños en otras lejanías llevan consigo ilusiones acariciadas por largo tiempo. Hacen suyas las palabras que aprenden en su nueva lengua las cuales junto a exiguos ahorros conforman su más importante equipaje en la construcción de un futuro diferente. Al llegar, los retos no son pocos. El idioma, el dinero, la inclusión social, la distancia o la comunicación. Todo representa un desafío que debe ser resuelto sin dubitación cada mañana. Desde cualquier óptica, la separación con nuestra tierra implica alejarnos de nuestra herencia como colombianos.
Este panorama no solo se predica para quienes llenos de ánimo dialogan durante horas con sus amigos narrando las proezas que enfrentan en países más cercanos a nuestra cultura como Estados Unidos, México o España. Aquellos, que se aventuran en otros entornos en lugares más remotos como África o Asia, deben confrontar su realidad con una marcada sensación de desarraigo que lacera el alma, rompe el espíritu y quiebra la voluntad. Quienes lo han intentado conocen la complejidad que implica resolver aspectos esenciales en el proceso de adaptación y cambio como el trabajo, la habitación o la sanidad; lo cual contribuye a incrementar los sentimientos de orfandad que en muchas ocasiones se confrontan con un supuesto inicial que se diluye con facilidad. Si para un colombiano que se establece en un país cercano estos aspectos resultan complejos, alguien que se afinca al otro lado del planeta incrementa las dificultades de forma exponencial.
Con todo, lo que nadie imagina cuando inicia este periplo es enfrentar una epidemia de salubridad pública en un país extraño. Tal fue la suerte de los colombianos residentes en Wuhan cuando estalló la crisis de Nuevo Coronavirus conocido como COVID-19. Aquello debió significar para nuestros paisanos una verdadera pesadilla, pues todos los aprietos ya expuestos debían enfrentarse en medio de un aislamiento impuesto por las autoridades chinas. Con escasez de alimentos, una férrea limitación a la movilidad y con evidentes controles para desempeñar su vida con normalidad, esto debió ser semejante a un cerco medieval, donde las ciudades se convertían en prisiones para sus habitantes.
La decisión de repatriar a nuestros nacionales fue un acto patriótico y un gran acierto del Estado colombiano que colaboró eficazmente para retirar de la zona cero a ciudadanos de España, Venezuela y México. En este cometido el Gobierno no escatimó esfuerzos ni recursos y dispuso el acondicionamiento de un avión Boeing 767 para la peligrosa misión que comportó un largo viaje que literalmente le dio la vuelta al mundo. Fueron pocos los países que en la actual epidemia desplegaron un operativo semejante al nuestro para apoyar a los suyos. La mayoría se conformó con asistencia consultar cuando esta fuera solicitada o, a lo sumo, con un contacto permanente para monitorear el estado de sus coterráneos. Pero Colombia fue más allá. Localizó a sus hijos, los asistió, los apoyó y como buen padre acudió en su auxilio cuando fue necesario.
Hoy nuestros compatriotas se encuentran en su país con sus seres queridos y han recibido la atención que merecen. Por fortuna sus resultados para esta enfermedad fueron negativos y, aunque permanecen en cuarentena preventiva, su estadía en Colombia llena de paz a sus familias y a nosotros de orgullo por sentir el apoyo de un Estado que no abandona su gente en situaciones excepcionales.
El Coronavirus dejará hondas lecciones de salud pública. Algunos países aprenderán sobre la responsabilidad de prevenir contagios generalizados y otros comprenderán que por lejos que parezca, no existe evento que nos sea indiferente, pues en el contexto actual se diluyen las fronteras que han dejado de ser barreras inexpugnables para convertirse en puntos de control migratorio que han resultado ineficaces para prevenir la propagación del virus. Entre tanto, Colombia puede aprender sobre la importancia de construir un programa integral de ayuda al migrante, que contribuya a través de su servicio consular con toda la colaboración que nuestros nacionales requieran y que les asista cuando su propio esfuerzo resulte insuficiente. A través de esta iniciativa se debería prestar asistencia en aspectos como la cultura, el idioma, la salud, la educación, la vivienda, la sanidad y el establecimiento exitoso de nuestros ciudadanos.
La repatriación de los colombianos en Wuhan fue un acto patriótico que puede multiplicarse, con pocos recursos y grandes resultados. De la permanencia de esta voluntad política muchos podrán decir, como hoy, ¡qué orgulloso me siento de ser colombiano!
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