Los temas literarios son inagotables, causa asombro como ciertos autores descubren nuevos ángulos y desarrollan trabajos que se caracterizan por una gran originalidad. Dentro de estos logros, cuento la novela histórica “Yo… el negro Ñuflo de Olano, descubridor del Mar del Sur” publicada hace 15 días por el escritor manizalita Juan Manuel Jaramillo González.
Esta novela es la cuarta publicación de este autor radicado en Bogotá. Como historiador, me gustó el sólido manejo del entorno en que se desenvuelve esta novela. Sufro cuando veo que un autor se equivoca truncando hechos y fechas, demostrando su bajo conocimiento y su falta de sensibilidad histórica. Con Enrique Serrano conversábamos que una novela histórica tiene mucho de un cuadro renacentista, donde los detalles marcan el ambiente, que una novela de ese género vive de la dedicación a recrear esas épica escenas. Hablábamos de Velásquez como ejemplo de la atención magistral a las cosas pequeñas, que sólo un maestro sabe ejecutar y solo un buen ojo percibe. Juan Manuel cumple con ese nivel de cuidado.
Su novela se desarrolla en un ambiente muy diferente al de la Corte española, sucede en tierras del Darién, en las tierras de los caciques con sonoros nombres como Ponca, Careta, Torecha, Coquera o Tumaco que Vasco Núñez de Balboa exploró para finalmente dar con el mar del Sur el 25 de septiembre de 1513.
Jaramillo desarrolla el episodio del descubrimiento del otro océano, no en cabeza de Balboa, sino el protagonista es el liberto Ñuflo de Olano. Ñuflo para Jaramillo no es un esclavo originario del occidente del África como, por ejemplo, el príncipe Benkos Biohó, no, Ñuflo es etíope, y es un noble cristiano que fue raptado junto con su padre por traficantes negreros que operaban en el Mediterráneo y vendido finalmente en Sevilla. Ñuflo y Balboa se conocen y se hacen amigos, porque sirvieron en la misma casa, en la de don Pedro Portocarrero, VIII señor de Moguer, el primero como esclavo y el segundo como escudero.
Balboa pasa a las Indias motivado y atraído por los relatos de Colón y pocos años después, una vez obtenida su libertad, Ñuflo va a buscarlo a La Española actual República Dominicana, sede de las operaciones españolas en el Nuevo Mundo en esa época.
Reunidos finalmente los dos amigos se embarcan en la empresa exploradora y según Jaramillo fue Ñuflo el que ve de primero el otro mar.
Las descripciones que hace de los entornos geográficos como el Magreb, de la arquitectura de Sevilla, o de la selva del Darién son muy logradas y engalanan el relato. Describe un espacio recargado de implicaciones, como lo son el encuentro de 3 mundos y 3 razas, elementos básicos del mestizaje, nuestra idiosincrasia. Si la mujer de Balboa era Anayansi, hija de cacique Careta, pues Jaramillo convierte a una amiga de esta princesa cuna en la mujer de Ñuflo. Jaramillo pone en marcha la mezcla de sangres desde el comienzo de la conquista. La muerte de Balboa, por orden de su suegro Pedrarias Dávila, un 15 de enero de 1519, lo hace perder para la historia y surgirá, de nuevo, a principios del siglo XIX, de la mano de autores como el poeta Manuel José Quintana y del gran hispanista norteamericano Washington Irving que ven en este conquistador, dueño de un perro que comía indios, a un explorador. Y es cierto, el descubrimiento del Mar del Sur no significó mayor cosa para Carlos I, Rey de España, ya que no implicaba un aumento de ganancias en oro. No entendió la Corona española que sin ese avistamiento la conquista del Perú no hubiera sido posible. Por supuesto, uno de los 67 hombres que iban con Balboa y Olano era Francisco Pizarro.
Dentro de la literatura colombiana iría esta novela de mano con la de Adelaida Fernández Ochoa que se encarga de volver a Feliciana-Nay, una esclava de María, la de don Jorge Isaacs, en persona, en su novela “Afuera crece un mundo”. Estos escritores y sus novelas promueven, como herederos de los abolicionistas, la presencia de los afrocolombianos enriqueciendo los acentos y las gamas de nuestro quehacer literario.
Quiero cerrar con una pequeña especulación: para mi hay un interesante juego que va más allá de cualquier actitud humanitaria y abolicionista y es la de dividir la voz del narrador proyectando parte de su personalidad en otro, en este caso en una persona esclava.
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