Ayer el alcalde de Pereira informó que la ciudad estaba sitiada por 56 derrumbes, con un saldo de cuatro muertos y 300 familias afectadas en la última semana. Esto llevó a la declaratoria de calamidad pública para poder atender más expeditamente la situación. Pero esta tragedia no es novedad alguna, es ya parte de lo cotidiano. Hace dos años fue en Manizales cuando llovió en una sola noche más de lo que normalmente sucede en un mes, produciendo varios deslizamientos que arrasaron con muchas viviendas y dejaron 17 muertos. Y si seguimos mirando la geografía nacional, vamos recordando desastres por todos los puntos cardinales: la tragedia de Mocoa con 320 muertos en el 2017, las sequías recientes de la región Caribe, los incendios en la Sierra Nevada, las crisis del aire en Bogotá y Medellín, la lluvia perpetua en la vía al Llano que paraliza totalmente la comunicación entre esta rica región y Bogotá. A esto se le debe añadir la destrucción diaria de fuentes de agua por contaminación de desechos industriales, la herida mortal a muchos ríos por la minería, la deforestación inmisericorde tanto andina como amazónica, el deshielo de los nevados y la destrucción de manglares. Solo por citar unos pocos eventos de esta pesadilla nacional.
Nuestra tragedia no está aislada de lo que pasa en todo el planeta, de los deshielos de los polos, de la pérdida de las selvas y del riesgo de que un millón de especies vegetales y animales desaparezcan en las próximas décadas a causa de la crisis ambiental. El estado al que hemos llegado es producto de la acumulación de miles y miles de acciones particulares; así mismo, la solución está en acciones particulares protectoras, restauradoras y sanadoras.
Por estos días comienzan a definirse las campañas políticas para elegir gobernantes locales y regionales en octubre. Precandidatos y candidatos están en cosecha y todos están envueltos ya en la actividad frenética que implica la competencia por los codiciados cargos. Empiezan a hacer sus propuestas y buscan la manera de seducir a los electores, a como dé lugar, de cualquier forma. Las ideas, planes y proyectos son de todos los colores y formas: empleo, movilidad, cultura, educación, apoyo al emprendimiento, cero corrupción, etc, y por allá, de manera marginal, hacen alguna alusión a los temas ambientales. La inmensa mayoría de candidatos no tienen claro que el principal reto que tenemos como sociedad, como ciudades, municipios y departamentos, es el ambiental. No es un asunto ornamental, es de supervivencia. No se trata del ‘mundo que dejaremos a nuestros hijos y nietos’, como dicen todos los políticos, se trata de la cuadra en que vivimos nosotros, el barrio, la vereda, la ciudad.
Los alcaldes, principalmente de las grandes ciudades, olvidan que su municipio va mucho más allá del perímetro urbano, que lo rural es de lejos más extenso que lo urbano. Y es en el campo donde se pueden crear reservas naturales, proteger las fuentes de agua, estimular la agricultura orgánica, educar para la protección ambiental y regular comportamientos humanos para evitar el deterioro de la naturaleza. En la ciudad el manejo de las basuras y residuos es fundamental; el hecho de ver las calles limpias no significa que el trabajo está bien hecho. Quienes vivimos en las ciudades tenemos un manejo tremendamente facilista de la basura, pues pensamos que esta desaparece por arte de magia y que nuestra única obligación es pagar la factura de recolección. Los gigantescos rellenos sanitarios que rodean las ciudades, como el famoso de Doña Juana en Bogotá, son el testimonio de nuestra inconsciencia colectiva. La podredumbre de nuestra caneca de basura es el espejo de nuestro fracaso en el respeto que le debemos a la naturaleza. ¿Por qué ningún alcalde se ha propuesto aumentar drásticamente el reciclaje desde la fuente y lograr procesos de compostaje de orgánicos tanto a nivel doméstico como industrial? Creo que muy pocos de quienes creen tener los méritos para orientar nuestra vida ciudadana saben qué es compostar, lo cual consiste en aprovechar los desechos orgánicos para producir excelentes abonos, que reemplazan agroquímicos no amigables con la tierra.
Sin duda, votaré por el candidato que mejores propuestas ambientales tenga para Manizales. Ojalá que las tengan.
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