Analizando todo lo que ha acontecido durante la Administración Petro, son obvios los pobres resultados de su gestión bajo los siguientes parámetros.

Primero, no renuncia a sus ínfulas de inferioridad que lo caracterizan, haciendo uso de su prepotencia, su terquedad y su egocentrismo, considerándose único dueño de la verdad que debe ser atendida y acatada sin derecho a cambiarle ni una coma.

Esa manera de reaccionar frente a lo que no le satisface o favorece sus caprichos, considerando a sus contradictores enemigos del pueblo sin fundamento alguno, es más el daño que le hace y el peligro que encarna para el país y su democracia.

Segundo, no aplicar la estrategia del Gran Acuerdo Nacional que tanto pregonó al comienzo de su Gobierno para atender y escuchar las inquietudes, requerimientos, expectativas y necesidades de todos los sectores involucrados en la actividad nacional, sus reformas en los diferentes campos.

Ni siquiera con sus inmediatos colaboradores hubo diálogo, de ahí la alta rotación registrada dentro de su equipo de trabajo, con todos los inconvenientes que representa para cualquier organización.

Los hechos bochornosos ya conocidos, son clara consecuencia de esta situación: Cuánto desgaste se hubiera evitado, planteando una reforma laboral no solo para beneficio de la clase trabajadora, sino también para proteger el sistema productivo, su posibilidad de conservar el empleo existente, sino para estimular la formalización que les permitiese a los pequeños y microempresarios crecer, generar más empleo con la normatividad vigente.

Su ideología populista y ansias manipuladoras no le permiten a Petro admitir esta realidad y menos a sus ingenuos y millones de seguidores ignorantes.

Tercero, no haber evitado el ingreso a su equipo de campaña de tanto apoyo nada recomendable, representado por personajes de pésima trayectoria, graves antecedentes judiciales, políticos, administrativos y con quienes desde luego en desarrollo de su Administración ha debido corresponder vinculándolos a ellos o a sus recomendados en cargos de importancia dentro de la administración, así no contaren con la aptitud, preparación ni experiencia suficiente para asegurar un desempeño eficiente y transparente.

Las consecuencias ya se han visto: Corrupción, clientelismo, tráfico de

influencias, ineficiencia, burocracia, gasto desbordado, inseguridad, violencia, descontento social, déficit fiscal y presupuestal, alto costo de vida entre otros tantos.

Cuarto, en vez de presentarse ante sus seguidores como víctima de la institucionalidad, de supuestamente perseguirlo y propiciarle un golpe de estado que solo ha cabido en su imaginación, por el solo hecho de cumplir y hacer cumplir lo establecido en la Constitución como lo juraron él y quienes ostentan tal dignidad.

No haber admitido sus fallas sin los enfrentamientos que frente a ella ha propiciado para tratar de torpedear y obstruir su accionar, azuzando mediante sus falaces planteamientos al peligroso levantamiento popular, como estrategia que igual utilizó previo a su elección.

Con todas estas contrariedades, pese a haberlo expuesto en sus engañosas intenciones de campaña e inicio de gestión, hoy enfrentamos la triste realidad que exceptúa a sus oscuras amistades, lucrándose del derroche del presupuesto público.