Producto de su desbordada egolatría y en desarrollo de un nuevo Consejo de Ministros, televisado, el pasado lunes, Petro dijo: “Nos alistamos a un viaje a China. Voy como presidente de la Celac, Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe. Ahora soy dos veces presidente, presidente de Colombia y presidente de Latinoamérica y el Caribe”.

Queda claro entonces, que con su autoproclamación, se presentará ante el presidente de China; Xi Jinping, como presidente de Latinoamérica y el Caribe, a más de presidente de Colombia.

Con su doble condición presidencial, muy seguramente el mandatario Chino se sentirá pordebajeado ante tan poderoso colega que ostenta tan encomiables títulos, y que pese a ellos, tuvo la humildad de visitarlo.

Ese mismo lunes 21, en su cuenta de X, al conocer el fallecimiento del papa Francisco, Petro escribió: “Se me fue un gran amigo, me siento algo solo”. Frase zalamera, con la que buscó estrujar el alma acongojada de un pueblo como Colombia, de inmensas mayorías católicas, sentimiento del que es totalmente ajeno.

Su amistad con el pontífice solo se circunscribió al hecho de ser ambos jefes de Estado y haber logrado una audiencia arreglada por nuestra jerarquía católica, poco antes de su elección y luego, como presidente.

Expresar: “Me siento algo solo”, es una manifestación de abatimiento y un lamento creíble, de haberlo dicho cuando terminó su paseo en Panamá con Linda Yepes, pero no ahora por el fallecimiento del papa.

Su comportamiento está por fuera de los parámetros normales de quien ostenta tan altas responsabilidades, solo explicable por la psiquiatría.

La carta de Leyva Durán, en la que afirma que nunca pudo reunirse con él para recibir instrucciones sobre el manejo de las relaciones internacionales, siendo el canciller, lo retrata tal cual es.

Su fácil verborrea, utilizada para emitir disparatados pronunciamientos, hacen pensar que lo hace bajo los efectos de sustancias psicodélicas denunciadas en la carta, razón para haberse desaparecido dos días en París, exponiendo al país ante el mundo como un Estado irresponsable, manejado por drogadictos, pues Benedetti ya lo ha reconocido y es, nada más ni nada menos que el ministro del Interior y la voz cantante de este Gobierno desvergonzado, y quien, en los famosos audios enviados a Sarabia, señala a Petro de ser igualmente consumidor de cocaína.

En la explosiva carta, el excanciller Leyva le dice al presidente que se encuentra secuestrado por Ricardo Roa, presidente de Ecopetrol; Benedetti y Sarabia, quienes lo manipulan a su antojo; a más de expresar que la actual canciller le “satisface sus necesidades personales”.

La afirmación de Petro en Soledad (Atlántico), al confesar que quiso decirle “mucho hp” al presidente del Senado por proponerle concertar las iniciativas legislativas con la reforma laboral, en el marco de la instalación de los comités “del sí” de la consulta popular, habla del guache que está ocupando la silla presidencial.

Nunca el país había llegado a este estado de descomposición y como bien lo hemos dicho abiertamente en columnas anteriores, la corrupción viene de mucho tiempo atrás, pero lo de ahora, es un asalto frontal a las finanzas de todas las instituciones del Estado, las que bajo contrataciones a dedo, sin escrúpulo alguno las arrasan, poniendo de relieve una vez más la impronta del socialismo del siglo XXI, cual es la destrucción del país, como evidentemente ha sucedido con Cuba, Venezuela y Nicaragua.