Hace 41 años el presidente Belisario Betancur y su ministro de Educación Rodrigo Escobar Navia, presuntos humanistas, determinaron suprimir la materia de historia del pénsum educativo. 

Desde entonces, varias generaciones de estudiantes fueron privados de aprender los procesos que condujeron a nuestra especie a ser lo que es. Otras tantas de maestros (docentes, para el escalafón) fueron preparados para dejar profundos vacíos en sus discípulos. 

Fue así como unos y otros desarrollaron el complejo de Adán, creen que todo empezó cuando ellos nacieron, están llamados a inventar lo ya inventado y perdieron la relación de causalidad.

Debieron pasar 32 años para que se propusiera restablecer la asignatura, porque su ausencia “ha llevado a una suerte de amnesia o analfabetismo histórico y cultural”. 

El proyecto tropezó con la férrea oposición del Ministerio de Educación de Santos (¡ah sucio personaje ese!) y para que no se hundiera, se cambió “la enseñanza obligatoria de la historia” por “una disciplina integrada en los lineamientos curriculares de las ciencias sociales”. 

Fue inventada la obligatoriedad discrecional, porque cada maestro será libre de enseñar o no.

La Ley 1874 de 2017 legalizó el adefesio y pretende centrar la materia en el estudio del postconflicto. Llegará el momento en que se proclame a Tirofijo fundador de la república. Bolívar, Santander y Nariño serán sólo departamentos.

En agosto 26 del 2024, el actual Gobierno (?) instaló una multitudinaria mesa académica integrada por una tal “Comisión asesora para la enseñanza de la historia de Colombia” (¿existe?), la “Comisión de la verdad” (¿ha dicho alguna?), la “Jurisdicción Especial para la Paz” (vocero de los criminales), representantes de facultades de educación y ciencias sociales, “docentes de redes de paz” (¿a quién enredan?) y “organizaciones dedicadas a la memoria, la reconciliación y la paz”.

Con el palabrerío farragoso propio de la ineficiencia, el Ministerio proclama orgulloso que “se espera” -no se garantiza- que este año “se pueda iniciar la validación y los ajustes de la propuesta curricular”… de un nuevo proyecto de ley, será.

Bien dijo Napoleón: “Si quieres que algo se demore eternamente, nombra una comisión”. Entre tanto, los jóvenes se educan según los lineamientos de Maluma, Epa Colombia, Yéferson Cossio y demás liendras.

Si la historia no ha desaparecido del lapo en Colombia, es gracias a historiadores, académicos y empíricos, que escudriñan archivos para sacar a la luz hechos pretéritos, incluso los que algunos desean ocultar. 

Muchos son ‘lobos esteparios’, otros se agremian: en nuestro departamento funciona la Academia Caldense de Historia y hay miembros de sus similares de la Ingeniería, de la Iglesia y de la Medicina, así como de la Colombiana de Historia. A las cuales se suman la Cátedra de Historia Regional de Manizales y Caldas, el Centro de Historia de Manizales y el Departamento de Historia de la Universidad de Caldas. Sin olvidar a los cronistas que desentrañan pequeños grandes episodios del pasado de los pueblos.

A pesar de la indiferencia estatal y que casi siempre deben publicar por su cuenta, los historiadores siguen cuidando que la historia no muera, así no se enseñe. Colombia los necesita, especialmente Caldas, donde se lucha contra tantas mentiras y falsas tradiciones impuestas por otros, para que el departamento no tenga la importancia que tiene.