¿Qué eran las borrachas en el mundo de las caucherías del Putumayo? Recogido el látex, que es el exudado blanco de los árboles del caucho, se lo criba y diluye en agua para lograr que las partículas se aglutinen y para quitarles las impurezas. Luego se seca. Para el transporte por los ríos de la selva en la época de las caucherías, formaban grandes bolas o pelotas de caucho que se lanzaban al agua y así las iban llevando, empujadas por la corriente. Las grandes bolas de caucho se llamaban borrachas en portugués.
Era un sistema parecido a como transportaban los grandes troncos en Canadá. Los lanzaban al río encadenados y la corriente los llevaba. Encima de la balsa de troncos se construía una empalizada en la que iban los “draveurs” o sea los madereros que conducían los kilómetros y kilómetros de troncos. Al norte de España la conducción de los troncos por los ríos se llamaba almadías. A veces ocurrían tragedias cuando los troncos de la balsa se separaban y el balsero caía al agua, se ahogaba o era destrozado por los troncos que se juntaban y aprisionaban al infeliz balsero. El traslado de las borrachas parecía un rebaño de ovejas conducido por un pastor.
El árbol del caucho comenzaba a ser ordeñado a los 5 años y algunos podían producir látex durante 25 años. El pasaje de La Vorágine que los críticos de la novela llaman El Lamento del cauchero, narra cómo algunos caucheros robaban el látex a los vecinos y en consecuencia se armaban peleas que muchas veces terminaban con la muerte de uno de los caucheros y el látex quedaba manchado con sangre. No les importaba el muerto, lo dejaban insepulto y se aguantaban el olor fétido del cadáver. Otros morían de fiebre y allí dejaban el cadáver.
El rayado del árbol exigía una mínima técnica para no perjudicar la exudación del látex. Debía ser superficial. Si ahondaba más de dos centímetros en la corteza del árbol se perjudicaba el proceso y al árbol. El sistema más común de rayado del árbol era el llamado espina de pescado, que consistía en hacer una incisión central a la que conducían cortes laterales por ambos lados, como si se tratara de un río que recibiera afluentes por ambas márgenes.
La barbarie cometida contra los infelices caucheros comenzaba desde el primer día del enganche. A los indígenas y colonos reclutados a la fuerza les daban las mínimas herramientas para el trabajo y algunas provisiones. Todo ello se pagaría cuando entregaran los primeros litros de látex. Los capataces anotaban en los libros lo que les convenía, entregaban nuevas provisiones que se cargaban a la cuenta y de esta manera los caucheros nunca sabían si estaban al día. Siempre quedaban en deuda. Era el sistema del avance o del endeude. Se dice que el verdadero crimen de las caucherías se encontraba en los libros. Condenados y endeudados de por vida.