Dos veces estuvo el sabio en Colombia. La primera remontando el Orinoco y la segunda navegando el río Magdalena hasta Honda y subiendo por camino real a Bogotá. Allí conoció a José Celestino Mutis y su trabajo en la Expedición Botánica. Luego siguió por tierra a Quito. En sus memorias hizo una curiosa observación sobre los ecuatorianos. Así escribió: “Viven en medio de volcanes en hermosos

paisajes y se alegran con música triste”.

Humboldt navegó el Orinoco buscando el Caño Casiquiare que une las cuencas de los dos gigantes sudamericanos: el Amazonas y el Orinoco. Atravesó, por lo tanto, el Parque Tuparro. De su diario entresaco algunos apuntes interesantes de lo ocurrido dentro del Parque: Descubrió que los mosquitos se turnan para picar a lo largo del día, que algunas noches un jaguar se echaba detrás de la hamaca del

sabio, que conoció a un señor que amamantó a una niña durante varios meses porque producía leche, que las bandadas de aves a veces tapaban la luz del sol, que en las márgenes del gran río él y su compañero Bompland miraban grupos de cocodrilos calentándose al sol, que vio cómo los indios descargaban de su electricidad a los temblones, etc.

El Parque Tuparro y su corazón, el Orinoco, bien merecen no una sino varias visitas de los colombianos. Se puede llegar por carro desde Villavicencio hasta Puerto Carreño o también por avión. Y desde allí se remonta el río Orinoco. También se puede ir por carretera desde Villavicencio en dos días, o en uno, saliendo muy temprano y llegando directamente al corazón del Parque. En avión o avioneta particular se puede llegar a una larguísima pista que hay cerca del Centro Administrativo del Parque que se encuentra cerca de la desembocadura del Tomo en el Orinoco.

Las sabanas del Parque están cruzadas por bosques riparios, o sea los que crecen al borde de los ríos. Los árboles representativos del Parque son los moriches, palmeras utilizadas en su totalidad por los indios guahibos y sikuanis: los frutos para hacer chicha, las grandes ramas para techar las malocas, y los tallos para hacer las mismas. El paisaje de los morichales es típico del Llano y uno de sus más fotográficos motivos. También hay bosques no riparios.

Le gasto tiempo, espacio, pluma y “tinta” a la descripción del Parque Tuparro porque es para mí el más completo y hermoso del Sistema. El Parque abarca 557 mil hectáreas y ha sido declarado por la Unesco como Reserva de la Biosfera, tal es su importancia ecogeográfica. Sus rocas son prolongación hacia

el occidente del Macizo Guyanés o Guayanés que tiene las rocas más antiguas del planeta. Así que los tepuyes, que son los cerros rocosos que surgen en las sabanas, son hermanos menores de los famosos tepuyes del Parque Canaima de Venezuela y también “hermanitos” de los portentosos tepuyes de nuestro Parque insignia, el de Chiribiquete.

Imposible no hablar de Caño Lapa, que es como un santuario para los indígenas del Parque. Se trata de un caño, pequeño río, que se abre en varias corrientes que se meten entre el bosque formando un laberinto de canales.