En Mantequero caímos de nuevo al Orinoco y lo remontamos durante tres horas, al cabo de las cuales lo abandonamos y entramos al río Vichada. El sabio Humboldt cuenta que en este viaje por el Orinoco conoció a un hombre de apellido Moyano que producía leche y que amamantó durante un tiempo a un niño. No es el único caso conocido. Se habla de varios casos similares en la historia.
Dejando atrás el Vichada entramos por el caño Matavén de aguas negras brillantes. El cambio del color de las aguas es notorio entre las barrosas del Vichada y las negras del Matavén, como también lo es el cambio de vegetación de las márgenes de ambos ríos. La vegetación del río Vichada la forman árboles de troncos altos y gruesos, en cambio la del Matavén la constituyen arbustos de bajo porte y poco grosor. Esto último se debe a que el suelo de la cuenca del Matavén es de arena blanca escasa en nutrientes. Las cámaras fotográficas se animan de nuevo porque los ríos negros y sus márgenes son muy hermosos.
Llegamos a la Comunidad Sarrapia. Nos reciben con mucha alegría y amabilidad. Ariel Trujillo, el guía y organizador del viaje incluye a los indígenas en sus itinerarios, y programas y les da trabajo, por lo cual ellos le viven muy agradecidos.
El pueblo de Matavén es muy agradable, limpio y espacioso. Los indígenas piaroas nos hacen un recorrido mostrándonos su pueblo.
En Matavén estuvimos dos días. Los indígenas nos proporcionaron alojamiento y alimentación y nos hicieron agradable la estancia. Nos mostraron sus artesanías y nos enseñaron a elaborarlas.
Un grupo de indígenas, seis hombres y seis mujeres, ataviados con sus trajes tradicionales hechos con materiales vegetales del bosque, escenificaron para nosotros uno de sus bailes tradicionales. La escuela de la Comunidad tiene 300 alumnos.
La comunidad Sarrapia se encuentra dentro del gran Resguardo de la Selva de Matavén que abarca 1 millón 800 mil hectáreas. Esta zona y esta selva son muy importantes porque marcan los límites de la selva de la Orinoquia y de la selva de la Amazonia que aquí se dan la mano, y lo pudimos constatar porque nos llevaron a una roca elevada a orilla del Caño desde donde pudimos ver el cambio de los dos tipos de vegetación.
Allí uno de los líderes de la comunidad nos explicó la leyenda del árbol de la Vida. Originariamente había 16 resguardos indígenas, que decidieron unirse y formaron el Resguardo Unificado de la Selva de Matavén, constituido por los piaroas, que ya hemos nombrado y además por sikuanis, puinaves, curripacos, cubeos y piapocos.
Los indígenas han sido capacitados para conservar y defender los bosques. Hay 315 indígenas que recorren constantemente el territorio vigilando que se conserve en buen estado defendiéndolo de la deforestación y de la minería. Nos llevamos un grato recuerdo de esta comunidad amable y hospitalaria.
Para seguir nuestro viaje hicimos el recorrido inverso por los ríos: Caño Matavén y río Vichada hasta salir al Orinoco.