La primera visita fue al  destino “estrella” de Santa Isabel, el Mirador de Letras, ubicado a 3.700 metros sobre el nivel del mar. No confundirlo con el páramo de Letras, que es el punto más alto de la carretera Manizales-Bogotá.
Subimos a él por una carretera espantosa a la que la alcaldía había llevado los escombros de los cascotes de cemento de la plaza del pueblo que estaban arreglando. Pésima decisión. Desde el Mirador en días despejados se goza del soberbio espectáculo de los nevados: a la izquierda el Tolima, al frente el Santa Isabel y a la derecha el Ruiz. El tormento de circular por la horrible carretera queda compensado con creces con la contemplación de la cuenca del río Totare que desciende por un profundo cañón. Las paredes,  
con pavor a su paisano el terrible bandolero Sangrenegra, en cuyo prontuario criminal se contabilizaron 223 asesinatos. Su crueldad fue extrema. Cuentan que decapitó a un soldado con un golpe de azadón. El fue el artífice del “corte de franela” que practicó en el Tolima, en el Quindío  y en el Valle. En uno de mis viajes por el Tolima al dar mi vehículo una curva nos encontramos con un hombre sentado al borde de la carretera, con la cabeza en las manos. Le habían practicado  “el corte de franela”. Sangrenegra, cuyo verdadero nombre era Jacinto Cruz Usma, nació en Santa Isabel. El ejército  y la policía lo persiguieron incansablemente y  el bandido se refugió muchas veces en las montañas de El Líbano y de  Santa Isabel, que él conocía perfectamentde. Al fín fue dado de baja por el ejército en El Cairo, Valle, el 26 de abril de 1.964 después de 13 años de accionar criminal. 
Nos faltaba conocer y gozar de la hospitalidad de la finca de Alex Murcia, convertida en hotel. Su ubicación es espectacular en una explanada casi encima del pueblo desde la cual se  domina el pueblo mismo, las fincas vecinas y el valle del Magdalena. En la instalación hotelera de Alex el visitante se encuentra abierto a tres mundo: el de la montaña, el de la ciudad abajo a sus pies y el de la lejanía del valle del Magdalena visible desde las instalaciones.  El despertar es acompañado por los cantos de los pájaros. La comida es excelente y los dueños atienden a sus huéspedes con bíblica hospitalidad. El hotelito es de esos lugares a los que uno desearía siempre volver. En la finca practican agricultura orgánica y siembran casi todos los productos de la región: tomate de árbol, zanahoria, papa, cebolla larga, cilantro, remolacha, lulo, granadilla, aguacate Hass y arvejas. Un verdadero edén de la agricultura. Fueron dos noches en esta finca-hotel gozando de la bíblica hospitalidad de sus dueños, de la rica y sana gastronomía y de los paisajes del norte del Tolima.De esta zona traigo bellas fotos de casas campesinas rodeadas por manchas de bosques y por zonas de cultivo.
Esta vuelta al Ruiz llenó mi vida con los bellos recuerdos de mis aventuras en el Parque de los Nevados y con la visita a tres enclaves interesantes del norte tolimense: Murillo y su tradición de arrieros, Líbano, tierra de intelectuales y Santa Isabel, la perla del Totare.
Alguien dijo: vivir no vale la pena, haber vivido es lo que importa. Y dijo bien.