El artículo 226 constitucional prevé que el Estado debe promover la internacionalización de las relaciones ecológicas “sobre bases de equidad, reciprocidad y conveniencia nacional”. Recibí del destacado asesor en desarrollo profesional y empresarial (coach) Daniel Jérôme, una obra colectiva francesa con el título original “Le grand livre de l’appreciative inquiry” (El gran libro de la investigación apreciativa), coordinada por Jean-Christophe Barralis y Sandy Proust, en la que tratan temas como gobernanza, responsabilidad social de las empresas, administración, gestión del cambio, resiliencia individual y colectiva, etc., que hacen relación con la “dinámica de las organizaciones”; al paso que en la “dinámica del ámbito personal” se alude a perspectivas sicoterapéuticas, la pareja, y la relación padres-adolescentes; mientras que en la “dinámica para un mundo mejor” se analizan cuestiones como educación y enseñanza, vida política, y ‘transición ecológica’, elaborado por Virginie Allezard, Anne de Béthencourt y Sophie Poiri, del cual quiero traducir algunos puntos, a propósito de la Conferencia Mundial COP16, que se desarrolla en Colombia.
Señalan las autoras que desde hace 30 años el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre la Evolución del Clima (GIEC, por su sigla en francés), evalúa los conocimientos sobre la evolución climática, sus causas e impactos, alertándonos sobre nuestra situación planetaria. Anotan que en un informe de GIEC del 2018 se simula el impacto de un recalentamiento climático en + 2ºC; el derretimiento del hielo marino ártico ocurriría en verano una vez por década, y que el nivel del mar podría subir de 36 a 87 centímetros de aquí al 2100; el 99% de los arrecifes coralinos desaparecerían; la baja en los rendimientos de producción de cereales, particularmente en África Subsahariana, sudeste de Asia y América Latina, cuestionándose sobre la capacidad para alimentar a los habitantes del planeta; la biodiversidad se vería impactada por las pérdidas de más de la mitad del hábitat natural para el 8% de los vertebrados, 18% de los insectos, 16% de las plantas, datos que, dicen, parecieran ser surrealistas; sin embargo, catástrofes naturales próximas a nosotros llaman regularmente al orden.
Aludiendo a esos impactos ecológicos y financieros, citan el aumento de la mortalidad humana debido al calor y a las poluciones, a las penurias y problemas de acceso al agua, a los flujos de migraciones climáticas que permiten imaginar las tensiones futuras, fuentes de desigualdades, de precariedad, de pobreza y también de conflictos: “Estas inquietantes informaciones ponen inmediatamente nuestro cerebro en modo peligro, engendrando un estado de estupefacción, de inercia, de cólera o de ataque.
Felizmente, nuestro instinto de supervivencia nos pone en acción. Y lapidariamente se indagan: ¿La mitigación y la adaptación al cambio climático no son acaso los más grandes desafíos que la humanidad debe enfrentar para evitar que nuestra civilización desaparezca? Respondiendo que, en términos de movilización, de toma de conciencia, los debates no cesan entre la necesidad de infundir temor, sancionar, hacer soñar, dar ganas de cambiar, inspirar.
“Hoy, un número creciente de individuos, de nuevos movimientos…quieren revivir palabras consideradas a veces obsoletas como altruismo, cooperación, solidaridad o compasión. Nuestra época redescubre con asombro que, en esta famosa jungla, flota también un embriagador perfume de cooperación…esta realidad podría generar una toma de conciencia colectiva, y por tanto unir, solidarizar, hibridar. Por eso, tenemos necesidad de apoyo, de sentir que pertenecemos a una comunidad…saber abrazar, antes que rechazar, colocar en perspectiva en lugar de dividir”.