La época de diciembre, como se sabe, lleva no solo a los balances sino a la reflexión general. Ello es producto de un largo pero curiosamente rápido trasegar del año que, día tras día, trae una serie de resultados, positivos o negativos, los que se convierten en la esencia (retos) para nuevos logros, o fracasos.
Vivimos en un país en el que los colombianos -como los extranjeros-, creemos y sentimos que estamos llenos de zozobras, y poco parece hacer el común de las gentes para superarlas. Y me pregunto, ¿hasta dónde eso es producto de la influencia que ejerce  una mala información o una desafortunada opinión? No se pretende ocultar realidades, pero quizás sí ejercer una actitud más positiva frente a la realidad a la que nos enfrentamos.
Manizales y Caldas -y el viejo Caldas-, siempre se caracterizaron por su don de gentes, solidaridad y civismo, contrario al egoísmo y rivalidades que desde hace algún tiempo se ha venido apoderando de casi todas las esferas de nuestra sociedad.
Los gobernantes: Presidentes, gobernadores y alcaldes, desde que se posesionan, tienen encima una especie de ‘espada de Damocles’ que es controlada por los opositores o detractores y que los llevan a que sean investigados, la gran mayoría de las veces sin razón aparente, a padecer por años los rigores de los órganos disciplinarios o judiciales. 
Son muchos los cuestionamientos, con razón o sin ella, que se formulan en medios de comunicación contra gobernantes, algunos de los cuales, en lugar de suministrar una información objetiva e imparcial y de  ‘formar’ opinión que son sus principales objetivos o su razón de ser, desinforman y  deforman esa opinión, en ocasiones con intereses no muy claros. 
Algunos medios de comunicación colombianos, principalmente escritos, tuvieron su origen en los partidos políticos o en sus correligionarios, los cuales regularmente se sostienen por la publicidad que les otorgan los particulares y/o las entidades del Estado, cuya fortaleza les había servido otrora para dar apoyo al gobernante, o simplemente para hacerle oposición, lo que con el paso de los años se fue desdibujando. A efectos de lograr el ideal general de una información objetiva, imparcial, las entidades públicas deberían dar el mismo tratamiento a todos los medios de comunicación en cuanto a la pauta publicitaria, pues el origen de los fondos es público, es decir, proviene de la comunidad, y concomitantemente esta tiene todo el derecho a exigir de esos medios una información clara y veraz; dejar esa libertad al gobernante de encaminar recursos publicitarios oficiales hacia determinados medios de comunicación, privando a otros, se corre el riesgo de tener una prensa parcializada, o poner la mordaza a otros tal vez en detrimento de su propia existencia y de la democracia misma.
Sin embargo, frente a lo que acontece ahora, sería muy beneficiosa una actitud proactiva de informantes y opinadores. Más que poner una espada de Damocles a pender sobre los gobernantes que inician sus períodos este 1º de enero, se haga una crítica constructiva, esto es, haciendo ver los errores o defectos en su gestión, por supuesto, pero al mismo tiempo brindándoles luces o alternativas de solución, reemplazando así los solos cuestionamientos o agravios. Esto genera también paz ciudadana, y si se actúa de esa manera, sí que se contribuirá al bienestar de todos.
A propósito, para fines ilustrativos también de este artículo, hago mío el significativo mensaje que este matutino envió a sus lectores el último 24 de diciembre: “…que las palabras impresas en nuestras páginas se conviertan en susurros de alegría en sus corazones”; “Que las historias que compartimos en LA PATRIA sirvan como recordatorio de la belleza que hay en cada rincón de la vida”.