El presidente denominó su Plan de Desarrollo como “Colombia potencia de la vida”. La falta de resultados en la paz, la gestión económica irresponsable y el colapso del sistema de salud, son solo algunos de los ejemplos que demuestran que el nombre rimbombante que eligió para su programa de gobierno, le quedó grande.
La tal “Paz Total” fracasó. Su promesa de campaña de firmar la paz con el Eln no se cumplió. La crisis más aguda de orden público se está presentando en la región del Catatumbo, donde recientemente por combates entre grupos guerrilleros murieron un centenar de personas y más de 60 mil pobladores fueron desplazados. Pasados más de 60 días de esta confrontación no se observan acciones concretas del Gobierno para recuperar el territorio, ni para garantizar el retorno de los desplazados. Según la Defensoría del Pueblo, la guerrilla tiene presencia en más de 800 municipios del país.
Por otro lado, el presidente después de haber nombrado más de 50 ministros, terminó conformando un gabinete totalmente ideologizado con su proyecto político, sin la experiencia ni el conocimiento necesarios para manejar estos cargos. La designación como ministro de Hacienda a un compañero de sus años de guerrillero, sin mayores conocimientos en el manejo de la economía pública, es una clara muestra de la falta de preparación de su equipo de gobierno para enfrentar los grandes retos del país.
La economía colombiana atraviesa una crisis profunda, con deudas millonarias con sectores claves como el eléctrico y el gas natural. No se están atendiendo los compromisos adquiridos con los estudiantes de los estratos populares. Según el exministro de Hacienda Mauricio Cárdenas, la razón de la iliquidez del Gobierno es la alta contratación de funcionarios públicos. Se estima que este año se firmarán un millón de contratos de prestación de servicios nuevos, lo que podría representar un gasto de 30 billones de pesos -tres reformas financieras-, con lo que el Gobierno pretende asegurar el éxito en los próximos procesos electorales.
Donde más ha golpeado la crisis económica es en el sistema de salud. La deuda del Gobierno con los hospitales y las IPS ha traído consigo la liquidación de muchas de ellas y tiene a otras tantas al borde del colapso. Además, se ha agudizado el suministro de medicamentos. Las colas en los dispensarios son interminables, y cada día la lista de medicinas no entregadas va en aumento. El régimen, evadiendo su responsabilidad, ha desviado la discusión hacia la corrupción histórica del sistema de salud -de la cual no ha sido ajeno este Gobierno- sin proponer una solución concreta. La falta de medicamentos y la demora en la atención a los pacientes están ocasionando complicaciones graves en las enfermedades de los colombianos y, en algunos casos, muertes prematuras.
Hace más de un año el Gobierno intervino a entidades como la Nueva EPS y Sanitas con el argumento de que no prestaban un buen servicio. Sin embargo, los indicadores de mala calidad en la atención de estas instituciones aumentan día a día. El sistema de salud que se tenía hace dos años ya no existe, y lo más preocupante es que el Gobierno no tiene un plan claro sobre cómo manejará el servicio de salud de los colombianos en el futuro cercano.
La esperanza es que en medio de este caos y desgobierno no salga reelegido en las próximas elecciones el proyecto político del presidente.