Caldas ha demostrado que tiene el potencial humano, académico y geográfico para ser un departamento líder en competitividad e innovación en Colombia. Sin embargo, esa promesa se ha cumplido a medias, y lo que debería ser una visión estructurada de largo plazo ha terminado convertida en logros fragmentados, iniciativas desarticuladas y una alarmante falta de inversión estratégica.
En el Índice Departamental de Competitividad 2024, Caldas ocupó el sexto lugar a nivel nacional con una calificación de 6,27 sobre 10, mejorando una posición frente al año anterior. Esto podría parecer una noticia positiva, pero hay que mirarla con lupa: el pilar de innovación, a pesar de ubicarse en el tercer lugar, no representa un resultado consolidado sino un punto de alerta.
¿Por qué? Porque ese ranking no refleja tanto un avance estructural, sino la inercia de un sistema impulsado casi exclusivamente por el ecosistema universitario y centros de investigación como las universidades de Caldas, Nacional sede Manizales y la Autónoma. Son ellas, y no las políticas públicas ni las decisiones presupuestales, las que han sostenido la llama de la innovación en la región.
La inversión pública regional en innovación ha sido marginal en comparación con las necesidades reales de un departamento que aspira a convertirse en un hub de ciencia, tecnología y transformación productiva. El presupuesto para ciencia y tecnología en Caldas ha oscilado entre el 0,5% y el 1,2% del total departamental en los últimos ocho años, una cifra irrisoria si se compara con departamentos como Antioquia, que han hecho apuestas sostenidas superiores al 5% en años clave. La innovación no se decreta, se financia. Y en Caldas, ha faltado decisión.
Más grave aún, la articulación entre el sector público, privado y académico continúa siendo débil.
La región carece de un verdadero modelo de gobernanza de la innovación que priorice sectores estratégicos, conecte a las empresas con los centros de conocimiento, y convierta los esfuerzos aislados en una política de Estado departamental.
Hoy seguimos sin una agenda de innovación productiva clara, sin fondos permanentes para proyectos transformadores, y sin una visión compartida entre los actores clave. Mientras tanto, los jóvenes talentos científicos y tecnológicos migran a otras regiones del país o al exterior en busca de oportunidades.
No basta con formar talento si el territorio no ofrece condiciones para retenerlo y potenciarlo. Un ecosistema competitivo requiere inversión sostenida, incentivos tributarios, capital de riesgo, infraestructura digital y, sobre todo, voluntad política para que la innovación sea el eje central del desarrollo económico.
Caldas no puede seguir avanzando lentamente mientras el mundo se transforma a toda velocidad.
Competitividad sin innovación es solo eficiencia operativa; innovación sin estrategia es solo improvisación. Y Caldas necesita de ambas cosas, pero bien dirigidas, bien financiadas y bien gobernadas.
El llamado es claro: los gobiernos locales, las cámaras de comercio, el sector privado, las universidades y los congresistas de la región deben asumir un compromiso concreto con la innovación, no solo en discursos, sino con recursos, liderazgo técnico y articulación de alto nivel. De lo contrario, seguiremos celebrando rankings sin transformación real.
El futuro de Caldas no se basa en el pasado glorioso de su tradición, sino en su capacidad para convertirse en un motor de ideas, soluciones y desarrollo tecnológico. Y para eso, se necesita mucho más que buenas intenciones.