Sesenta mil cajas con papeles, casetes, disquetes y discos duros fueron declarados como bienes de interés cultural. Era la información del extinto Departamento Administrativo de Seguridad - DAS- y la decisión la tomó el Archivo General de la Nación en junio de 2023. La orden vino de la Jurisdicción Especial para la Paz -JEP-, para que estos documentos fueran recuperados para la consulta pública, en vista de su valor para la memoria y la reparación a las víctimas de los abusos de esa entidad.
Entonces una pregunta: ¿Cómo muere una entidad pública? Nos suelen decir que es para quitarnos un dolor de cabeza, sobre todo porque nos ahorra recursos. Entonces hay cambio de nombres y logos, traslado de personal, movimiento de cuentas de un bolsillo al otro, y sanseacabó, la entidad al hoyo y la política al baile. ¿De verdad?
Así fue como el alcalde de Manizales prometió liquidar la Empresa de Renovación Urbana -ERUM-. La propuesta reapareció justo cuando la Personería reclama ante los jueces el estado de cosas inconstitucional en la Comuna San José, la misma población que cumple quince años afectada por el fallido Macroproyecto de vivienda a cargo de esa entidad. Prometió liquidar y punto, ni una propuesta de más.
Cada entidad que muere deja cicatrices a su paso, así haya sido la más impoluta: afecta los cuerpos, los bienes, los ecosistemas, la ciudad. Aún siendo legítimos y regulados, los actos de poder son siempre actos de violencia. Estos los sufre alguien a quien hay que responderle cuando la entidad llega a su fin, pues, así haya debido sufrir esa fuerza, tiene el derecho a mantener un puente con los responsables. Esto se hace mucho más exigente cuando la fuerza legítima de esa entidad desconoce sus límites y las heridas que sufren las personas son por abuso y corrupción. Entonces su liquidación es una responsabilidad más grande.
La ERUM retrata bien esto. En su interior se gestó la tragedia urbana más grande de los últimos tiempos en la ciudad: el Macroproyecto San José. Fue quizás comparable con los incendios y terremotos que dejaron nuestras cicatrices más míticas, solo que esta vez legitimada, regulada y tecnificada por la voluntad de personas en uso del poder. Su violencia fue la del desplazamiento urbano más grande que conozca la ciudad. Destruyó cientos de viviendas, arrasó con el espacio público, silenció la cultura barrial y desconectó redes familiares y sociales. Entonces, ¿la liquidamos y ya?
En caso de seguir por ese camino, deberán ser muchas las estrategias de Gobierno para ser responsables con la Comuna San José como víctima y con el resto de la ciudad como interesada. No será suficiente con su liquidación, sino con las garantías que se ofrezcan una vez suceda.
Como en el caso del DAS, una estrategia consecuente sería proteger y abrir la información de la ERUM. Que en una apuesta con el Archivo Municipal se organice, clasifique y digitalice para que pueda ser de consulta fácil en cualquier momento. Para repasar, cotejar y, de paso, quién quita, reconstruir con ella lo que salió mal y nadie sancionó ni reconoció.
También podría ser custodiada por la sociedad civil. Bien por la misma comunidad de San José, organizada en su Comisión de la Verdad o en su Cabildo Abierto, o bien por alguna universidad u organización social con interés en guardar esa información de interés jurídico, urbano y financiero.
Toda democracia busca que los procesos legales y técnicos de las entidades se mantengan en el centro de la conversación pública, sobre todo para ayudar a detectar cuándo la fuerza pasó de ser legítima a ser de abuso. Proteger y abrir la información de la entidad extinta es impedir que la corrupción quede solo como intimidad burocrática y pase mejor a ser insumo de no repetición.
Sobre el Gobierno anterior del alcalde Rojas (2012-2015), la Comuna San José recuerda a Jhon Anderson Arboleda, el menor que murió por el colapso de una vivienda que la ERUM había dejado a medio tumbar. (Se puede leer en el informe de la Comisión de la Verdad de la Comuna San Jose: https://shorturl.at/hivF6). Ese caso ha sido un símbolo de lo que pasa cuando no se soluciona el Macroproyecto, sino que se dan largas y se “vende el sofá”, como esta vez puede ser la sola liquidación. Las paredes, si están a medio tumbar, terminan por caernos encima.