Lo que nos pasa con Lina Ramírez es que, en lugar de ser el centro, invita a organizarnos en círculo. 
No levanta la voz, ni siquiera en las tempestades; no acosa, ahora que el país es esta fila de impaciencias; no sale corriendo, así que sus posiciones llegan en el tiempo preciso. 
Dice sin herir, advierte sin ofender, propone sin imponerse.
En estos años de liderazgo, en la Cámara de Comercio de Manizales por Caldas, no ha buscado ninguna cima sino que ha cuidado las bases, en círculo. Nos ha abierto espacios y los mantiene. Nos ofrece el valor suyo y el de su institución, siempre confiando en hacernos parte de su altavoz.
Quienes hoy le agradecemos, somos esa base, y lo hacemos para honrar su salida de esa organización.
Es posible que algunos quisieran verla más protagonista, más firme, hablando durito, como dicen —yo también quise eso alguna vez—. Sin embargo, su estilo de liderazgo es de los que enseña a no confundir el arrojo con el simple perifoneo.
Lleva “ un aire de distanciamiento y dignidad, como si estuviera por encima de los deseos de congraciarse con los demás o de demostrar algo”, como escribió la premio Pulitzer Madeleine Blais sobre Katharine Graham, la mítica directora del periódico The Washington Post. Y viene al caso.
Más adelante, Blais dice sobre Graham: “(...) supo combinar el poder que ejercía en el ámbito público con la vulnerabilidad en el terreno personal”.
Entonces recuerdo a la Lina de la emergencia invernal del 2017 o la de la pandemia del Covid-19: allí la vimos quebrarse, pero empeñada en continuar, siempre consciente de que el poder de solucionar no es solo la operación técnica y fría, sino también la interiorización de las angustias del otro. 
“Cuando vemos a los empresarios, olvidamos sus otras facetas, que son exhaustivas, agotadoras”, dijo Lina el año pasado en ‘Nido: Laboratorio de Liderazgo’. Pero ella no las olvida, deja que se le metan en el cuerpo y las hace su consigna.
No me atrevería a llamarla amiga, sería una total altanería. Pero sí me arriesgo a decir que, aún con las diferencias sobre cómo vemos la economía, el desarrollo, la política, el empresariado, con ella hemos logrado la “amistad cívica” que Jane Mansbridge —ya citada en otras columnas— dice que es indispensable en toda democracia.
Porque en medio de otros que se entusiasman con la emoción de la lucha, ella y yo hemos ansiado los intereses comunes de la amistad, que se construye cediendo, con el compromiso de nunca dejarnos de encontrar y con el placer de lograr algún consenso, así sea el de una sola palabra, como “Manizales” o “Caldas”, que nos ha sido suficiente.
Le agradezco su generosidad de permanecer allí y permitir hacerme su contemporáneo. Hemos compartido foros, juntas, sesiones, reuniones, y sin darme ninguna cátedra, solo escuchando sus intervenciones, me ha mostrado cómo organizar palabras para que el otro, del subalterno al poderoso, no se enrede en pequeñeces y dé lugar a las urgencias. 
Lo que le aprendo se va construyendo en una conversación de ida y vuelta, en la que brillan sus preguntas, algunas de ellas tan difíciles: ¿Qué piensas de…? ¿Cómo te pareció…? ¿Cómo lo ves…? ¿No estás optimista con…? Entonces uno da dos o tres rodeos y termina en que sí… sí queda esperanza y sí podemos hacernos mejores.

* Por transparencia, recuerdo que hoy estoy al frente de Manizales Cómo Vamos y entre 2016 y 2021 dirigí la Corporación Cívica de Caldas. Ambos espacios han funcionado en alianza con la Cámara de Comercio bajo la dirección de Lina Ramírez.