Hace días que tengo la sensación de cargar con las emociones tristes que encuentro en varios sectores de Manizales: en algunos políticos, sociales y productivos.
Recuerdo que quisimos construir brújulas que nos enseñaran el camino. De un lado, para hacerle frente a lo que no nos gusta del Gobierno Petro -tan nuevo y tan de siempre para tantas cosas-; del otro, para saber qué hacer cuando se fuera apagando la ilusión con el nuevo Gobierno local. Imagino que venimos fracasando en ello. ¿En dónde encontrar mejores emociones?
Con las emociones más apagadas, parece que avanzamos con el miedo que nos hace huir de cualquier apuesta nueva. Con odios que vamos turnando. Con sucesivos repliegues en cada clase social y en cada sector, que priorizan su sálvese-quien-pueda, así sea en lo malo conocido que le toque.
Así corremos el riesgo de que no se nos ocurra una sola idea de ciudad, lo cual necesita, sí o sí, apuestas nuevas, odios despojados y aperturas.
Pero esta sensación se interrumpió la semana pasada con el lanzamiento de la Universidad Intergeneracional. Una apuesta de la Universidad de Caldas*, con el apoyo de la Fundación Lúker*, Procaldas, la Fundación Saldarriaga Concha y la Alcaldía de Manizales. Busca formar y certificar a más de 1.000 personas mayores en diversos conocimientos, promoviendo su encuentro con la universidad y reconociendo su experiencia, creatividad y rol activo.
Es posible que por estos días nada haya traído mejores emociones que esta idea que nos pone a pensar en algo realmente diferente, que rompe sobre todo con esas frases de cajón y esas palabras vacías en que a veces se nos vuelven las ideas de futuro en la ciudad.
En primer lugar, la Universidad Intergeneracional pone a las personas mayores en el centro, no solo desde las políticas de cuidado, sino en las de educación. Es una fortaleza de la ciudad, la educación superior, al servicio de una de las oportunidades más urgentes, el envejecimiento.
De acuerdo con las proyecciones de población, el 21% de las personas en Manizales son mayores de 60 años; en el 2034 es probable que uno de cada cuatro manizaleños alcance esa edad.
Otros datos del DANE indican que en esta población mayor el 40% solo terminó la educación básica primaria, mientras que el 16% logró educación técnica o universitaria.
Un panorama que ilusiona con universidades con pedagogías inclusivas, para unos, y con espacios de potenciación de sus experiencias de vida o profesional, para otros. Siempre en el encuentro con los más jóvenes.
Las personas mayores tienen un activo valioso para aportar a la educación y la innovación: el tiempo. Para pensar, enseñar, contar, invitar a espacios de pausa, promover agendas de creatividad sosegada, sin los afanes de la productividad.
La mayoría de mujeres mayores usa su tiempo en oficios del hogar, aunque muchas veces estas labores implican cuidado de otra persona mayor. El 32% de los hombres mayores sigue trabajando, pero el 50% dice que realiza otras actividades, generalmente de ocio. Son datos de la Gran Encuesta Integrada de Hogares del DANE.
En este uso del tiempo, vale la pena recordar que solo el 50% de las personas mayores de 55 años participa de alguna actividad cultural en la ciudad, según la Encuesta de Percepción Ciudadana de Manizales Cómo Vamos.
La segunda razón por la que la Universidad Intergeneracional parece una idea poderosa, en este panorama de emociones tristes, pasa por darnos en cuenta que no existen historias que nos unan más que aquellas comedias y tragedias de las que está lleno el envejecer en nuestras familias.
Hagan el ensayo. Encuéntrense con alguien más, ojalá bien diferente, y sin miedos ni prevenciones cuéntense las historias de sus viejos, buscando cómo divulgar las más lindas y cómo solucionar las más dolorosas. Verán cómo nos van brillando los ojos y cómo vamos poniendo nuevos ideales en el lugar que van abandonando las emociones tristes.
*Por transparencia, resalto que hoy dirijo a Manizales Cómo Vamos, un programa que entre sus financiadores se encuentran la Universidad de Caldas y la Fundación Lúker.