Con Sócrates se instauró un modelo de racionalidad, a partir del diálogo exploratorio.
Consideró que los comportamientos de las personas deben soportarse por el razonamiento, lo cual implica que la ética sea racionalismo moral, para distinguir lo bueno de lo malo por el conocimiento y la razón, que a su vez conduce al entendimiento entre razón y virtud, de manera similar a la concepción de Séneca y los estoicos que exaltaron la razón como un bien asumido por la persona con la característica de virtud, en busca de la felicidad.
Para Epicteto la moralidad tiene el sentido de aceptar el destino con serenidad racional.
Cabe preguntarse por la razón, en sus múltiples sentidos, pero ante todo por el sentido que tiene al considerar la conciencia de responsabilidad para analizar, observar alternativas y estimar consecuencias.
Cuestiones de lógica, en tanto se tenga motivación para pensar e hilvanar coherencia en los planteamientos, con sosiego de espíritu y disposición de escudriñar los temas, con apoyo en información valedera.
Motivo central en la educación para permitir el desarrollo de esa potencialidad, pensar en libertad, con maneras de abordar temas y problemas.
Una aspiración deseada en la formación de las personas sería el conducirlas en procesos de análisis en los temas o problemas, con capacidad de desarrollar maneras de justificar las conclusiones, o los planteamientos, así sea en la forma de dudas, o de inquietudes por resolver, en busca de caminos que permitan desarrollos coherentes, es decir, que sean pasos de ir adelante con las posibilidades de un final afortunado.
Al abordar una situación habrá diversas maneras de concebirla, y en consecuencia de dar desarrollo distinto en el proceso. Podrá llegarse a un punto con implicación de mirar atrás, o de dar pasos en retroceso, para de nuevo observar el horizonte en el desarrollo del tema, y proseguir en la busca de camino apropiado.
En el desenvolvimiento habitual de las relaciones humanas, no es lo preponderante apelar a la razón. En lo común predominan las opiniones, con el sesgo de lo sensible. Deseable es acudir a los diálogos con elementos compatibles de razón y sentimiento, sin dejar sobreponer el segundo sobre el primero. La amistad duradera es una forma de perseverar en esa conjunción.
De ahí que en la educación desde el comienzo debería fomentarse el diálogo, la conversación, a la manera de tertulia, con la disposición de hablar temas diversos, con la ocurrencia de los participantes. Y el docente conductor con la disposición serena de escuchar y estimular el debate, sobre la base de exposiciones bien fundamentadas.
Experiencias positivas se tienen en los desarrollos diversos de la educación activa (escuela nueva), también una manera de formar cultura ciudadana, con la posibilidad de asumir conductas de favorecer el bien común.
Y la conquista continua de conocimiento, articulado a la ciencia, al arte, al humanismo, con la intención de limar las asperezas en la personalidad y en el carácter, para cortarle camino a las formas de violencia, y comprometer la solidaridad y la compasión como norma de vida.