Gustavo Petro pretendía disponer de $750.000 millones para adelantar la campaña de reelección del Pacto Histórico en el 2026, pero el Senado de la República en un gesto de independencia y responsabilidad, prefirió revivir el proyecto de reforma laboral para que siga su trámite en el Congreso de la República y hundió la consulta popular en un acalorado debate que por poco termina en agresiones físicas del ministro del Interior contra el secretario del Senado.

Y es que no olvidemos que el cálculo del Gobierno Petro apuntaba a que también esta consulta se convertiría en la gran cortina de humo que taparía el desastre de sus casi tres años en el poder, de desbordada violencia, inseguridad y fortalecimiento de grupos al margen de la ley; debilitamiento de las Fuerzas Armadas; corrupción rampante y descarada y vergonzoso derroche de recursos públicos; sistema de salud casi destruido, en cuidados intensivos; una economía debilitada por la pérdida de confianza inversionista y una permanente persecución al emprendimiento y a la iniciativa privada; nula inversión en infraestructura y una irracional decisión de renunciar a la riqueza minera y de hidrocarburos, que nos llevará a la pérdida de soberanía energética y que llevó a la pérdida de valor sin precedentes a la empresa más importante de los Colombianos, Ecopetrol.

Lo más grave de este Gobierno es su falta de respeto por las instituciones, por la independencia de poderes, por la prensa, por la Constitución y la ley. Este importante episodio del hundimiento de la consulta popular no es ajeno a ello. Desde China, en alocución presidencial, lo primero que se le ocurrió decir a Petro es que se repetía la historia del fraude que antecedió a la creación de su guerrilla del M-19 y que por tanto llamaba a cabildos abiertos a todos los ciudadanos de todos los municipios de Colombia, porque la voluntad del pueblo había sido burlada por “la clase del gran capital”.

Acto seguido les ordenó a las Fuerzas Armadas no alzar las armas contra el pueblo, y al Senado de la República le ordenó, a su vez, reabrir la votación de la consulta popular. Que tal el tamaño de despropósito de la nueva amenaza de Gustavo Petro: o hacen lo que yo ordeno o les voy a incendiar el país como lo hice en el 2021, con la ventaja que yo soy el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.

Creo que el pueblo Colombiano ya está cansado de las permanentes amenazas de Gustavo Petro y llegó el momento de decirle basta, no le tenemos miedo. No hay ninguna posibilidad legal de hacer reabrir la votación en el Senado, la instancia está agotada y si es que en realidad querían mejorar las condiciones del “pueblo trabajador” que somos todos, pues ahí está la posibilidad de llegar a acuerdos con el Congreso, con el trámite reabierto de la reforma laboral.

Los anunciados cabildos abiertos, pues bienvenidos, pero no son vinculantes, ni pueden tomar decisiones que obliguen a ninguna autoridad. Ahora, si la amenaza es cerrar el Congreso y dar un autogolpe de Estado, pues mucho me temo que terminará como el expresidente Pedro Castillo de Perú.

Petro, a nombre del “progresismo”, tuvo la oportunidad de gobernar a Colombia y demostraron que no estaban preparados, resultaron mucho peores que los peores gobiernos “neoliberales”. Empecemos a pasar esta página oscura de nuestra historia mirando el futuro con esperanza, el desafío es enorme porque vendrá una intensificación de la violencia, del odio, de tratar de incendiar el país y de amedrentar a la ciudadanía, de dividirnos.

Petro tratará de conservar el poder por todos los medios, utilizarán los recursos públicos, la trampa, la mentira, la clase política corrupta, la violación de topes, el fraude, las mafias del narco y todo lo que ya vimos hacer en las pasadas elecciones. Tendremos que resistir con estoicismo y valentía, porque no podemos permitir que nos arrebaten la Patria.

Como dice el presidente Uribe: “Mientras unos proponen estallidos violentos, nosotros proponemos un estallido democrático de votos en las urnas en el 2026”. Inmensa mayoría de Colombianos queremos un País seguro; un Estado pequeño y eficiente; que se persiga la corrupción y el enriquecimiento ilícito sin contemplaciones; que se generen las mejores condiciones para emprender, crear empresa y explotar con responsabilidad la riqueza de la Nación y así lograr las reivindicaciones sociales; que se promuevan los principios y los valores y se respete a la familia como núcleo de la sociedad; en fin que hagamos un acuerdo sobre el “sentido común” y nos sacudamos de este peligroso y mortal embeleco ideológico en el que hábilmente nos metieron la izquierda y el Foro de Sao Paulo, interpretando el manual que Castro y Chávez les dictaron, en el que un puñado de vivos a punta de cuentos, violando todas las leyes y cometiendo todos los crímenes se lo roban todo.