‘Los técnicos estudian la causa del accidente’. Esta oración se puede construir de otras dos maneras, sin alterar su significado: ‘los técnicos estudian el porqué del accidente’ y ‘los técnicos estudian por qué ocurrió el accidente’. De acuerdo con esto, un redactor deportivo de El Tiempo incurrió en pleonasmo en la siguiente información: “No se sabe la causa de por qué el conductor perdió el control” (Deportes, Mueren atletas en terrible accidente, 3/6/2025).
Aunque, según uno de los primeros principios de Aristóteles, ‘no hay efecto sin causa’, en éste, y en todos los casos semejantes, se trata de la causa inmediata del accidente, no de la causa de esa causa -que se convierte en efecto-, por ejemplo, si fue una falla mecánica (‘causa inmediata’), qué la produjo (‘causa remota’).
La oración, por lo tanto, debió ser construida de otra manera, una de ellas, ésta: “No se sabe por qué el conductor perdió el control”. Siempre, buscándole la comba al palo.
La columnista de El Tiempo Florence Thomas escribe castizamente. Sin embargo, en el artículo que le dedicó a su hermano mayor, Daniel, dice que tenía en su apartamento un piano, “donde ocasionalmente tocaba Debussy” (4/6/2025).
Ejemplo más claro de la falta de la preposición ‘a’ para ‘determinar y personificar’ el complemento directo, imposible, porque sin ella el complemento directo (‘Debussy’) se convierte en sujeto, a saber, que era este compositor el que hacía uso del piano. “...tocaba (interpretaba) a Debussy”, así, como decimos ‘estudiaba a Cervantes’, ‘leía a Gabriel García Márquez’, etc.
Actualmente, ignoro por qué, se está generalizando, aun entre escritores reconocidos, la costumbre de eliminar la preposición ‘a’ cuando, según la norma gramatical, se requiere, para ‘personificar y determinar’ el complemento directo de la oración: escriben ‘visité Bucaramanga’, ‘conocí Valledupar’... La directriz es muy clara: cuando se trata de nombres propios, topónimos, entre ellos, el complemento directo debe ser introducido por la preposición ‘a’ (‘visité a Bucaramanga’), menos con los nombres que incluyen el artículo determinado, verbigracia, ‘fundó El Cairo’, porque ese artículo es suficiente para ‘determinar’.
Las normas gramaticales no son caprichosas: tienen su razón de ser.
De la preposición latina ‘cum’, que expresa ‘unión, asociación, compañía’, la nuestra, ‘con’, “denota el medio, modo o instrumento que sirve para hacer algo”, verbigracia, ‘se logra con paciencia’. Tiene otros significados, como el de ‘compañía’ (‘salí con mi perro a pasear’), pero no el del adverbio ‘donde’ (‘a casa de’ o ‘en casa de’), por ejemplo, ‘esta mañana estuve con el médico’ en lugar de ‘donde el médico’.
Tampoco hace el oficio de la preposición ‘a’, como se lo atribuyó la empresa RCN Radio, que, al advertir por estos días sobre la usurpación de su nombre por delincuentes, aconseja: “Denuncie estas actividades delictivas con las autoridades” (junio, 2025). “...a las autoridades”, lógicamente, porque, en esa oración, ‘a las autoridades’ es el complemento indirecto del verbo ‘denuncie’, cuyo complemento directo es ‘esas actividades’.
De origen incierto, el verbo ‘arrancar’ (‘desarraigar, desraizar, descepar’) es ‘transitivo’ (“sacar de raíz”, ‘quitar con violencia algo de alguno o de alguna cosa’) e ‘intransitivo’ (‘empezar, comenzar, iniciar un movimiento mecánico o corporal’).
Por esto, para usarlo correctamente, hay que tener en cuenta estas nociones, lo que no hizo un redactor de Eje 21 en el siguiente titular: “La cadena Juan Valdez arranca plan de expansión en España con foco en la Unión Europea” (9/6/2025). ¿De dónde lo arrancó?, sería la pregunta obligada. Castizamente, porque en esa frase es ‘intransitivo’, “La cadena Juan Valdez arranca con plan de expansión...”, es decir, ‘empieza con...’. Es la lógica de la gramática.