Hay expresiones en castellano que algunos escritores y comentaristas emplean simplemente porque ‘están ahí’, aunque sobren. Se convierten en muletillas o latiguillos.
Una de ellas, ‘como tal’. Un ejemplo, el siguiente, enviado por el señor Rodrigo Peláez: “Según la Sala de Instrucción, no había pruebas de que Benedetti se interesara como tal en el contrato que se le dio a Certicámera, sino que solo intervino para que la empresa lo obtuviera” (El Espectador, Jhordan C. Rodríguez, 14/2/2025).
El término ‘tal’ (del latín ‘talis-e’, -‘tal, semejante’) es un adjetivo (‘yo no dije tal cosa’), pero en la expresión que nos ocupa es un pronombre, que supone el antecedente al que reemplaza, por ejemplo, ‘el presidente de la República, como tal, debe darles buen ejemplo a los ciudadanos’, es decir, ‘como presidente’, o ‘por su condición de presidente’.
En la cláusula glosada, no aparece por ningún parte ese ‘antecedente’, a no ser que sea el mismo personajillo, ‘por ser él quien es’.
Es también posible que ese ‘antecedente’ esté mencionado antes –no tuve el texto completo–, caso en el cual es necesario mencionarlo de nuevo, para hacer más comprensible la idea del redactor.
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Y hay también en castellano normas gramaticales cuya violación se va extendiendo cual pandemia.
Una de las violaciones más frecuentes actualmente es la de la norma que pide la preposición ‘a’ para el acusativo (complemento directo) cuando es necesaria para ‘determinarlo’. Muestra clarísima, ésta: “Debemos repensar Manizales para las personas mayores” (LA PATRIA, Julián Andrés García Cortés, 21/2/2025). “Debemos repensar a Manizales...”, obviamente, pues suena tan mal sin la preposición como decir ‘tenemos que tratar Manizales’.
La norma es sencilla: todo nombre propio de ciudades, pueblos o lugares que no lleven el artículo determinado ‘el’ pide la preposición ‘a’ cuando es complemento directo, por ejemplo, ‘visité a Bogotá’.
En cambio, se dice ‘visité El Cairo’, porque el artículo es suficiente para ‘determinar el complemento’.
Desafortunadamente, y en detrimento del lenguaje, esta norma es violada continuamente, incluso por escritores de mucho peso, como Eduardo García Aguilar, columnista dominical de LA PATRIA.
De su artículo del 23 de febrero de 2025: “Benedicto (XVI) visitó varias veces Colombia...”. “...a Colombia”, porque las normas gramaticales no son caprichosas: tienen su razón de ser, siempre lógica, sin ninguna duda.
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‘La sacó del estadio’ es un dicho que, por analogía con el jonrón (home run), logro espectacular del bateador en béisbol, se dice de alguno que realizó algo extraordinario.
El verbo ‘sacar’ es uno de los que más sinónimos tienen en castellano. A pesar de esto, en esa lista no aparecen los verbos ‘decretar, dictar, establecer, promulgar, imponer’, que son los apropiados cuando su complemento son ‘leyes, decretos, normas’, etc., y que muchos reemplazan con ‘sacar’.
Dicen, por ejemplo, que ‘el alcalde sacó un decreto’ o que ‘el Congreso sacó una ley’. ¿De dónde los sacó?, sería la
pregunta.
La columnista de LA PATRIA Paloma Valencia escribió: “El presupuesto para el 2025 que el Gobierno sacó por decreto...” (23, 2/2025). “...que el presidente impuso por decreto” o, simplemente, “que decretó”, lo que hace cuando el Congreso no lo aprueba.
De ‘sacar’ dice J. Corominas: “Voz exclusiva del castellano y el portugués (...). En la época primitiva sacar aparece sobre todo en textos legales con el sentido de ‘obtener judicialmente’, 947, y otras veces ‘desposeer, eximir’, S. XI.
Luego es probable que venga del gótico SCÁN ‘pleitear’. De las citadas acepciones jurídicas se pasó a ‘proporcionarse’ y a ‘extraer, quitar’, ya corrientes en el S. XII”.
Y son muchos los dichos en que interviene: ‘sacar pecho’ (ufanarse de algo), ‘sacarla barata’ (daño leve, considerando...), ‘sacar la piedra’ (encolerizar al prójimo), etc.