La conjunción adversativa ‘sino’ es palabra ‘grave’, pero muchos la pronuncian como si fuera ‘aguda’ (‘sinó’), por lo que la escriben como se escribe la locución condicional negativa ‘si no’. Así lo hizo el columnista Martín Dussán López en esta oración: “Que este apagón no quede en anécdota si no que nos abra los ojos para estar discutiendo lo que realmente importa” (LA PATRIA, 1/5/2025). “Que este apagón no quede en anécdota, sino que nos...”, así, y con la ‘coma’ antes de la conjunción.
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“Ay, Francisco”, así tituló el señor Manuel Guzmán Hennessey su columna de El Tiempo (2/5/2025). ‘Ay’ es una interjección que, escrita así, sin los signos de admiración, no ‘duele’ tanto como acompañada de ellos, ¡ay!, es decir, no expresa la intensidad del sentimiento que el redactor quiere manifestar. Y el columnista sabatino del mismo diario Noé Ochoa escribió así su queja: “Ayayayayyyy. Qué pesar” (3/5/2025).
Sin los signos de admiración, esa queja es ‘insípida’ e ‘indolora’; con ellos, expresa dolor, tristeza, angustia: ¡Ayayayyyy! ¡Qué pesar! Diferente, ¿no? Cuando leo estas frases exclamativas sin los respectivos signos de admiración, pienso que sus autores los omiten porque consideran que su inclusión les quita valor a sus escritos, o que no lo hacen por pereza de realizar el procedimiento para marcarlos, o quién sabe por qué.
No obstante, en el mismo artículo, el señor Guzmán Hennessey se expresó de esta manera: “¡Háganme el favor!”, como debe ser, pues sin los signos de admiración no deja de ser una mera solicitud, una petición de algo: con ellos, es una locución admirativa convencional con la que expresamos sorpresa, desdén o reproche por algo que acabamos de decir o escribir.
Los signos de admiración, como los de interrogación, no son opcionales, y, en castellano, abren y cierran las frases que los requieren.
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Como tampoco son opcionales las ‘comas’ que separan el ‘vocativo’ de los demás componentes de la oración: sin ellas, el ‘vocativo’ pierde su naturaleza, por ejemplo, si a esta oración -‘mira, Juan, lo que estoy haciendo’- le eliminamos las comas, ‘mira Juan lo que estoy haciendo’, ‘Juan’ deja de ser ‘vocativo’ y se convierte en ‘sujeto’, es decir, en el agente de la acción del verbo ‘mirar’.
Algo semejante se aprecia en la exclamación con la que concluyó su artículo la columnista Elizabeth Ramírez Correa: “¡Gracias periodistas por cuidar la democracia!” (LA PATRIA, 3/5/2025). Como lo pide el castellano, “¡Gracias, periodistas, por cuidar la democracia!”, porque, sin las comas, el vocativo ‘periodistas’ deja de serlo para convertirse en adjetivo del sustantivo ‘gracias’. ¿Habrá ‘gracias periodistas’? El caso ‘vocativo’ lo empleamos para ‘llamar’, para ‘suplicar’ (‘¡ayúdanos, Señor!’), para ‘reconvenir’ (“¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?” -Cicerón), para ‘ordenar’ (‘Pedro, haz esto’), para ‘imprecar’, para ‘despedir’, ‘interrogar’, etc.
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La omnipresente locución ‘a nivel de’, que llegó para quedarse, no sólo está acabando con algunos adverbios, sino que le está dando a la preposición ‘a’ el oficio de la preposición ‘en’, como en el siguiente ejemplo, tomado de la columna arriba citada del señor Noé Ochoa: “Hablando de altura, esa es la condición que se necesita a todo nivel”. “...que se necesita en todo nivel”, correctamente, porque aquí se trata de un complemento circunstancial de lugar, que debe ser introducido por la preposición ‘en’, no de dirección ni tendencia, oficio de la preposición ‘a’, verbigracia, ‘estas instrucciones deben llegar a todos los niveles de la sociedad’.
Las preposiciones, no sobra repetirlo, tienen cada una su oficio en la oración.