El pasado 14 de febrero la ciudad de Nueva York, junto con el Departamento de Educación y la Corporación de Salud y Hospitales de esta ciudad, demandaron ante el Tribunal Superior de California a las redes sociales más populares en los segmentos juveniles: TikTok, Instagram, Facebook, Snapchat y Youtube, por considerarlas adictivas y manipuladoras intencionalmente de la juventud. Los cargos de que les acusan son: negligencia, negligencia grave y alteración del orden público. 
No hay que desconocer que los algoritmos (conjunto de reglas) que siguen las redes sociales (cada una con el propio), están creados a partir de los resultados de estudios avanzados como los que hacen en los centros de persuasión de la Universidad de Stanford, y que determinan qué atrapa a los consumidores en general. Estos buscan grandes audiencias con altos tiempos en ellas, que las hagan atractivas como medio publicitario. 
Desde mi óptica la salida más fácil es apuntar con el dedo acusador a estas compañías, sin asumir la ‘negligencia’ que tienen los padres y madres de estas generaciones. 
Sí, las redes sociales están pensadas para producir dopamina en el cerebro y por ende placer, estar en ellas para muchos se convierte en una necesidad, los colombianos gastamos en ellas 3,5 horas en promedio por día, según ‘Data Reportal Colombia 2023’. Las notificaciones constantes nos agobian y las líneas de tiempo llenas del contenido que preferimos nos enganchan y absorben. Lo grave es cuando un adolescente por ejemplo busca información acerca del famoso cutting (cortadas en la piel), en este caso también los algoritmos le dan más información del tema. Allí las redes tienen tarea por hacer en cuanto a seguridad se refiere. 
Pero me pregunto por la responsabilidad de los adultos. Todo empieza mal, cuando a los niños desde muy cortas edades (2 años o menos), se les permite el uso de los móviles, porque el bebé ‘se entretiene’ y el adulto ‘ se desencarta’, así de crudo. Y continúa cuando más adelante, quizás a los 8 años o antes, se les da un dispositivo (por ser lo cool), sin supervisión, ni reglas, ni herramientas de control parental. Esto en muchos casos por falta de conocimiento. El problema se exacerba cuando miles de niños las usan mintiendo su edad en las plataformas, con la complicidad de sus cuidadores. Cabe mencionar que la edad mínima para la creación de cuentas en la mayoría de redes es de 13 años.
Pienso que a los adultos ‘responsables’, les falta conciencia, conocimiento y habilidades digitales para la vida, la crianza y la educación. Ser papá o mamá implica ir al ritmo de la sociedad, y eso incluye la apropiación de los mínimos tecnológicos, para velar por el cuidado de los niños y los jóvenes. Sin duda, también es tema de reglas al interior de un hogar y acá el ejemplo, cuenta de manera preponderante. Desafortunadamente los adultos vivimos hiperconectados, vamos a ritmos frenéticos, y estamos más pendientes de lo que ocurre en la pantalla que en la vida real. La famosa nomofobia.
Recuerden la metáfora del índice apuntando hacia afuera y otros tres dedos hacia adentro. Hay muchas tareas pendientes por parte de los ciudadanos digitales que tienen hijos: coherencia, ejemplo, conocimiento, voluntad. No me cabe duda que las redes sociales deben tomar acciones contundentes que redunden en mayor seguridad de los jóvenes y en apoyar los problemas de salud mental que aquejan al mundo. Porque entre otras, los jóvenes no son los únicos afectados. Hay que desconectarse de las pantallas para conectarse con la vida.