Lo que valen los tres puntos.

Volvieron los obreros, a luchar y a jugar, para justificar la victoria, la que se pudo sellar con goleada. Solo que la maldición del último toque, sigue pasando factura.

Son los nervios.

Actuó el Once Caldas sin complejos, sin amilanarse, con dominio en el resultado, en una lucha titánica para alejarse de las zonas de riesgo.

Jugar o combatir.

El partido, ante Junior, fue intenso, vibrante, estresante y liberador. No son tiempos de vacilaciones, lujos o exquisiteces.

La convicción y la firmeza de carácter aplacaron las dudas esta vez, con progreso evidente de los futbolistas, que mejoraron el conjunto.

Fue una lucha con el alma, metro a metro, sin el control de la pelota, pero con dominio físico para neutralizar el rival, con presión agobiante, colectiva, en un ejercicio, por pasajes impecable, de tácticas defensivas. Así jugaba Pedro Sarmiento.

Profundo, en ocasiones, en la defensa, el Once ocupó espacios con agresividad y dinámica, dignas de la victoria conseguida.

El triunfo llegó cuando un sector del público, ausente por el castigo, hablaba de conjuros, rezos, exorcismos, auspiciados por el periodismo acostumbrado a sacar beneficio de las desgracias.

Tan bajo se ha caído.

Y quienes en su miopía pedían, obsesivos, la cabeza de los técnicos, sin validar los procedimientos por ellos elegidos. Con el resultado como único factor evaluativo.

La sinergia en el grupo es tan trascendental como el estilo y los patrones de juego. Siempre se dijo que de la crisis se sale por los jugadores, con su compromiso. Esta vez lo tuvieron. Se echaron el equipo al hombro los veteranos, aplicaron correctamente el libreto e implicaron a los jóvenes en su tarea. Ese fútbol es grato. Tarde o temprano trae sus resultados.

No fue fácil elegir la figura del partido, porque varios futbolistas resaltaron. Para la TV, Torijano, redimido con autoridad y gol; para un sector de la audiencia, Correa, aunque por pasajes lució lento y enredado; para otros Chaux quien detuvo el penalti por sus reflejos y alargó las manos para frenar los ímpetus de Bacca y González, los más incisivos de los costeños.

Cuántas cosas buenas se harían con una nómina como la de Bolillo.

Me asalta una inquietud ¿por qué Dayro regaña en sus berrinches cuando hay público y guarda compostura con el estadio vacío?