Silencio. Nocaut fulminante al escepticismo, tan crítico, tan destructivo en ocasiones, acostumbrado a llevar al Once Caldas a la puerta del infierno.

La clasificación se construyó peleando el partido, sin esencias, sin perfumes, con resistencia extrema, con poderes ocultos que llegaron desde la mente, desde el corazón. Se sazonó a fuego lento, disputando ferozmente cada metro de la cancha y cada balón. Con el nerviosismo de la hinchada, en expectativa tensa hasta el final. Que bello se vio el estadio en la celebración.

Fueron los aficionados con su aliento, los jugadores, el entrenador y el presidente, quien jugó su partido con motivaciones, ejercicios mentales dirigidos, arengas, convencimiento y una fe ciega en el paso a las finales.

Dayro no anotó en los últimos partidos, pero en pasajes claves del torneo fue, con sus goles, inspiración. El Once caminó sobre entre el fuego desde que el artillero impuso su récord.

Le costó poner de nuevo el ojo en el objetivo principal, lo que permitió que, atrincherados, los detractores soltaran un arsenal de especulaciones que hablaban de borracheras desenfrenadas, peleas entre los entrenadores, malestar por los premios, divisiones interiores, rechazo a Hernán Darío y presiones ante la directiva.

Chismes de charlatanes de café, de billares, o de estadios, que creen que hablar de la pelota es saber de fútbol.

El Once entró a las finales porque a tiempo entendió que quien no conoce los efectos con sus enseñanzas de una derrota, difícilmente va a saborear una victoria con su esplendor.
El recetario no estuvo en el fútbol practicado, sino en "los huevos" que los futbolistas pusieron. El esfuerzo maquilló la falta de calidad.

Viene ahora el reto mayor. Logrados dos de los objetivos planteados, al comienzo de año, la entrada a las finales y la reafirmación en la categoría A, sin riesgo presente de caer a la B, se debe jugar mejor. No es solo entrar a las finales, es evitar el oso de una inmediata eliminación, marcando el paso, con mayores ambiciones en los objetivos.

No fue esta, por el sufrimiento, la mejor manera de clasificar, pero oportuno fue cuadrar caja ante la exigencia de la afición.