Viendo al Pereira en su crisis, al Pasto, a Santa Fe, Medellín, Huila y Rionegro, más valoro lo que ha hecho Jaime Pineda en el Once Caldas.
 
Siempre se dijo que “El fútbol es lo más importante…entre los menos importante”.
 
Por ello, el desplome de la copa, para el blanco, ya es pasado. Los palos críticos por la eliminación se han suavizado a pesar de conceptos obsesivos, de aquellos que tardan en digerir lo ocurrido.
 
Se trata ahora de mirar el futuro. De planear la inversión con criterio dentro de las posibilidades, de fortalecer las líneas para mejorar la competencia, de elegir con acierto los fichajes, sin tardanzas en las firmas para garantizar la puesta a punto antes del torneo. 
 
En Colombia no hay equipos con derroches de dinero a pesar de que dos de ellos, Junior y Nacional tienen músculo financiero.
 
Todos trabajan sus inversiones de acuerdo con su presupuesto, sin desvaríos de grandeza; promueven las divisiones inferiores como máxima alternativa, sin figuras rutilantes, con espacio para los veteranos que aún marcan la pauta, vecinos al retiro. El Tolima es una muestra.
 
Conformar un equipo para competir con aspiraciones requiere calidad técnica, salud en el vestuario, compromiso grupal, actitud de triunfo, gestión de conflictos, destreza en la pizarra y sobre todo disciplina. De nada vale el talento sin esfuerzo continuado. 
 
Con un profundo rastreo de candidatos que encajen en el modelo de juego y en las necesidades. 
 
Sin dependencia a los criterios exclusivos de los  empresarios que empujan intereses oscuros. Lo que impide, en muchos casos, la maniobrabilidad de los entrenadores. 
 
Error grave es apostar por jugadores costo bajo o cero, sin garantía de rendimiento, mirando de reojo a otros de mejor categoría. También lo es contratar estrellas que se hacen inmanejables.
 
Allí radica la necesidad de explorar y arriesgar con futbolistas de las nuevas generaciones, preparados en las divisiones inferiores que garanticen rendimiento y negocios lucrativos con sus transferencias.
 
A la sombra de Dayro, quien juega sus partidos entre reflectores, gozando su fama y reconocimiento, no hay anuncios picantes que hagan felices a los aficionados. 
 
El silencio es total, comprensible en parte porque jugar en el Once Caldas, a pesar de la seriedad de los accionistas, la puntualidad en el pago de los honorarios, y la calidad de vida en Manizales, no es atractivo para los jóvenes futbolistas. Los veteranos llegan, en su mayoría, cargados de resabios y lesiones.
 
Como ejemplo: buscar un delantero alternativo, con ambiciones y goles garantizados, es difícil. Ninguno quiere hacerle banco a Dayro Moreno.
 
En las charlas con el Arriero, queda claro que confía en Tomás García para relevar la ausencia de su hermano Mateo. Tiene en la cabeza cinco jugadores de las fuerzas básicas. No busca portero por la continuidad de James Aguirre y espera al menos cinco jugadores que refuercen su equipo.
 
P.D. Respuesta del presidente Daniel Jaramillo sobre refuerzos garantizados: “Por ahora nada. Estamos trabajando para armar el equipo, pero hasta ahora nada oficial”. Hay ansiedad pero, prudencia obliga.