En el análisis de la campaña, el Once Caldas sale bien librado. Todo le ha funcionado, encadenando victorias, elevando la temperatura de los aficionados hasta ponerla a tope, con victorias justas y, en general, con fútbol bien jugado.

La confianza que habita en la tribuna ha sido justificada desde la cancha, con respuestas a la alta exigencia, todas, por los resultados, estimulantes y efectivas.

Por eso esa mancha blanca desbordada, festiva, que vestirá el histórico Maracaná.

Sube ahora el nivel de la competencia. Llegan pruebas duras, exigentes, ante Fluminense y Nacional, clubes de alto vuelo.

Como estímulo a la hora de confrontarlos acuden a la memoria proclamas optimistas.
Los hinchas están ilusionados. Esperan del equipo lo mejor, especialmente el esfuerzo que en los tiempos actuales no se negocia ni declina.

Como en aquellas bellas épocas de la Libertadores, cuando, contra pronósticos, el Once ganó el título y fue matagigantes.

Todo puede suceder si los retos se afrontan sin complejos y sin temores.

Peligrosos son los brasileños del "Flu", especialmente con el balón bajo control. Pasa lo mismo con Atlético Nacional. Tiene jugadores con calidad. En cualquier momento en uno de los tantos arrebatos técnicos, "te roban la cartera".

El Once Caldas ambicioso, sin límites hasta ahora en sus objetivos, realiza una estupenda campaña con una nómina normal en la que no proliferan las estrellas. Liderada por Dayro y por Mateo, con vestuario limpio y motivado, al comando del Arriero Herrera.

Tiene, y lo ha demostrado, caparazón de tortuga para soportar las embestidas de sus rivales, espíritu ganador y funcionamiento solidario. Es familia. Por eso, siempre es protagonista.
Está hecha la primera parte de la tarea. Pero tanto falta para coronar los sueños que habitan en los hinchas, volcados a favor de su equipo. Firmes en el apoyo, aterrizados.