Es injusto el fútbol, muchas veces. No premia méritos, ni calidades. El resultado miente cuando un equipo domina y pierde.

Le ocurrió al Once Caldas. Controló a Santa Fe en juego y en números. En la calidad y cantidad de las opciones de gol, en el dominio de la pelota y los espacios, en los duelos físicos y técnicos, en el ritmo y la precisión.
Remates hubo de todas las clases, pero Mosquera Marmolejo el portero rival los controló todos.
Jugaba el Once un buen partido, hasta el gol, producto de una acción inesperada, que comprometió las bandas defensivas y seriamente al portero Aguirre, desubicado.

Reaccionó el blanco, quiso el empate, se aproximó, pero fallaron los remates. En el fútbol colectivo era buena la noche. Pelota el pie, circulación precisa, fogosidad en las marcas e intensidad con verticalidad en el ataque. Pero el desespero llegó al banco. Salió Alejo García, ingresó Dorrego, con menos fútbol. Se marchó Zapata, en su mejor presentación, para la incursión de Palacios, insistente en sus piques, sin puntería.

Sin Rojas, con Zuleta y más fútbol creativo, pero los problemas persistían en la zona del gol.
Llegaron los minutos del desorden. Cuando Malagón fue atacante, Barrios buscó refugio en el medio, ingresó Castaño sin tarea determinada e influyente. Se marchó Mateo, fatigado, tras un impecable partido. Cuando insuficiente y solitaria era la lucha de Dayro, en versión de socio y no de goleador, lo que lo distingue.

En la angustia de la derrota llegaron los conflictos. El Once cayó en la trampa que le tendió Santa Fe para consumir los minutos restantes. Dejó de jugar y entró a pelear. Empujones por todos lados. Interrupciones entre amenazas. Que feo terminó el partido, entre matones.
De nuevo James Aguirre fuera de sus cabales, se le trabaron los cables. Jorge Cardona se olvidó de jugar, lo hacía bien, y entró en continua agresión con Rodríguez. Poco de la pelota, pierna fuerte de Patiño y expulsión. La única forma de librarse de su inefectiva presencia.

Las derrotas sucesivas del Once envenenan con escepticismo el ambiente. Pero hay mil formas de perder. Y esta, aunque incómoda, no fue denigrante.
El Once jugó mejor, lo que suaviza las preocupaciones.
Generan dudas la corta plantilla, la tendencia a justificarse en el árbitro.
La intermitencia de algunos jugadores y la ausencia de gol, cuando no marcan Barrios y Dayro.

P. D.: A excepción del poderoso Fluminense, accesible el grupo de Copa. SAN José y Unión Española, equipos de bajo vuelo. Aunque en cualquier momento, como ocurrió cierta vez con Santani, salta la liebre.