El fútbol es un estado de ánimo. Se nota en los rostros de los seguidores del Once Caldas. Derrochan alegría por los triunfos. Por los bellos momentos que les da la vida.
Se arremangaron los chicos futbolistas, se pusieron serios, sin fanfarronería, pero con resonancia, con decisión, sin antifútbol, para cuajar una destacada campaña que los tiene en el umbral de la clasificación en los dos torneos en los que compiten.
En la recta final de la liga es estable su rendimiento, productivo en los resultados, animado a ganar en cualquier parte, dispuesto a imponer superioridad, con voluntad y juego.
Tiene rodaje... tiene carrete. Tiene fútbol.
Rema y rema fecha tras fecha, argumentado en el rendimiento colectivo, en el que Dayro con sus goles, marca el camino. Es la voz cantante.
Pero, a pesar de ser el eje del excitante pasaje que se vive no es solo el que brilla. También Herrera y su grupo, con liderazgo dulce, paternal, efectivo, para consolidar el vestuario, unido, libre de fisuras.
Mateo García, quien juega a todo pulmón cada partido en contagioso, envidiable y fogoso aporte. O Alejo García, quien transformó sus acostumbrados servicios en rifa, en asistencias de lujo; sus balones divididos en claridad en las maniobras; sus pases regresivos, en fútbol vertical y decidido.
Al igual que Iván Rojas quien reivindicó el overol, en el trabajo sucio, el de correr y recuperar balones, corregir errores, en apoyo a las acciones defensivas y ofensivas. Como Jorge Cardona, tan distinto que sorprende; o Juan Cuesta y Juan Patiño, punzantes extremos defensivos, constantes en ataque.
O Jerson Malagón con su sobriedad y mando y Michael Barrios, aportante permanente de la alegría por la banda, en transiciones que destrozan las defensas.
Incluido James Aguirre, agigantado, irrompible en los “mano a mano”, por lo menos tres veces por partido, para salvaguardar su portería.
En el Once Caldas el éxito temporal, es la consecuencia de la unión general del grupo, con la identificación de un objetivo.
El hincha ha tenido papel preponderante. Su aporte ha sido clave, con su aliento desde las tribunas, con elogios permanentes, aceptación a la campaña y expectativas sin límites.
En los últimos tiempos ningún partido ha sido un suplicio, por la autoridad que se impone en el campo.
Con seriedad en la competencia, punto a punto, paso a paso, partido a partido. Con los triunfos en la mano, pero con el convencimiento de que, al margen de la satisfacción general del público, aun nada se ha ganado. Faltan kilómetros para saborear un éxito rotundo.