En el Once Caldas tres victorias en línea, para reconciliar la parroquia y reencontrar la confianza perdida, desde el descalabro de Copa.
El efecto tóxico de aquella caída, aún perdura. Muchos se rehúsan a volver, a creer. Prueba de fuego esta, para demostrar quienes son verdaderos hinchas, quienes los oportunistas y quienes los exitistas.

Con lenguas largas de hinchas fantaseando con maldad, acusando con indignación la supuesta deslealtad, señalando jugadores con descaro, por apuestas, algo insensato, sin comprobación legal. El chisme en carrera desenfrenada y sin control.

Los recientes triunfos, con rendimiento sin discusiones a pesar de la pobreza futbolística de los oponentes. Con dominio serio de las alternativas del juego para alentar la expectativa de la clasificación, que salva el año.

Ante Equidad, un equipo sombra de su pasado, con su técnico Merino desesperado, pidiendo con sus gestos un cupo en un manicomio, el Once no tuvo dinamismo en el ataque.

El árbitro Ortega, al local, despojó al local de un claro penalti, tan evidente, que su autor, Pipe Gómez, no pudo ocultar el dolor que le produjo el impacto. Ortega es uno más de los tantos jueces que un día te quitan y el otro te dan, sin garantías de neutralidad en sus acciones. Que malo es.

Por la expulsión de Robert Mejía, Niche Sánchez retrasó sus pasos, para auxiliar a Mateo García, en la ocupación del ancho de la cancha, lo que redujo la elaboración en el tercio de ataque.

El Once Caldas apostó al balón profundo, bombeado y cruzado con Barrios y Juan Cuesta, ocupando los espacios libres.
Los pocos contratiempos en la defensa los sorteó con James Aguirre, quien, con exhibiciones extremas que ratifican su calidad, salvó su portería.
Se recuerda su formidable acción en las postrimerías del primer tiempo, para detener un balón imposible.
La exclusión en el intermedio, por decisión técnica, Dayro la tomó con naturalidad. Apoyó a sus compañeros todo el tiempo.
El Once, aunque solo por pasajes, reconoció su fútbol. Volvió a mirarse en el espejo. Tocó bien la pelota, con luces y sombras en el rendimiento.
Los últimos resultados, son válvula de escape, aunque deprime la canalla tendencia a hablar a la ligera, a acusar sin pruebas el arreglo de un partido. A señalar, a caricaturizar como si las heridas del futbol durarán toda la vida.