El trámite del campeonato y los resultados, han dejado al descubierto las necesidades no satisfechas en la nómina del Once Caldas. A flote las debilidades, sobre todo cuando escasean las victorias.
Lo obliga a mover el mercado de fichajes de inmediato, después del repechaje del interclubes internacional, con prelación como base, en el torneo local.
No se trata de ir por baratijas, de comprar en el mercado del usado a los descartes. De preferir futbolistas libres de costo, con miopía en la elección. Es fichar fichar refuerzos verdaderos como prioridad.
Entre tanto, cuarto capítulo, en poco tiempo, de esta historia que, por repetida, no deja ser emocional.
Millonarios - Once Caldas, con todos sus atractivos, con las implicaciones en la tabla, con la objetiva observación de sus objetivos, con sus ilustres protagonistas. Con la opción de llegar a la final.
Atrás quedaron el escándalo de Montero, "ladrón de tiempo" y provocador, la intemperancia del Arriero Herrera, las tapadas de Aguirre, los empates sucesivos para sobrevivir en la tabla, el intercambio de golpes en las disputas físicas, defendiendo la posesión.
La eliminación de Millonarios en la Sudamericana. Falco y Dayro, en duelo adicional.
Ambos equipos en la cancha hablan por sus entrenadores, con su idea de juego definida. Agresivo y atacante, el de la capital. El blanco reactivo, especulativo, con fallos clamorosos, a la hora de definir.
Poca clase en la cancha. De aquella llamada diferencial. Solo Daniel Ruiz con arrebatos técnicos que lo consolidan, porque en el Once, Beltrán es un proyecto, liviano, discontinuo y Zuleta tiene pirotecnia en los pies, con riqueza de manejo, pero no sabe resolver el enigma en zona de gol.
Fervor desatado por lo que falta. Con ajustes y retoques. El Once que ha mejorado sus afectos con el balón, con deuda en las victorias, reducido en su puntaje, pero aun con opción.
Tengo en la mente aquella Jugada de Dayro a metros de Montero, el cabezazo que ahogó el grito de gol. Como la de Córdoba, desviada por milímetros. Ambas pudieron cambiar la historia del último partido.
Tantos remates... tan pocos los goles. Miopía, ansiedad, carencias técnicas o desconcentración.