Las celebraciones antes de los partidos, como aporte emocional, son de los hinchas. Suyos sus bailes, sus gritos, sus cornetas y tambores, los banderazos y aquellos carnavalescos peregrinajes respaldando al club en cualquier parte. Es la fidelidad a prueba.
Los gritos desaforados no son de los jugadores, especialmente en la antesala de los partidos cuando la concentración debe ser estricta.
Por eso incomprensible que, los jugadores blancos hubieran participado en varias celebraciones previas al duelo en Brasil, incluido el banderazo. Como ocurrió aquel día que un empleado de rango bajo, corrió presuroso a coronar a Dayro, por ser el rey del goleo, en medio de un partido del campeonato local. El futbolista baila en los triunfos y en los títulos, no antes de ellos.
Ante el juego, expuesto en los últimos compromisos, poco auspicioso en el trámite, el proyecto blanco se ve resistente, sin fisuras, no se pone en entredicho, ni tiene la soga al cuello.
Por el cansancio, ante Nacional, el Once Caldas perdió la confianza. No fue agresivo, ni feroz con el balón y mucho menos sin él. Le tuvo miedo al riesgo. Pero, de visitante, fantástico el resultado, considerando dónde y contra quién jugó. El punto, de oro.
Las condiciones técnicas del rival fueron superiores, por eso su control territorial favorable, como el trámite, las opciones y el dominio de los duelos, lo que no refrendó en la pizarra final.
Inmenso Joan Parra. Las manos del portero aparecieron como imán para atraer la pelota, cambiando la desconfianza inicial en seguridad para garantizar el cero final con un rosario de tapadas. Incapaz fue el verde, de romper sus redes.
Caminador Dayro, sin resolver en ataque, donde radica su efectividad. Con una autodestructiva tendencia a refugiarse en zonas retrasadas, obligado a jugar de espaldas al arco.
Desconocido Michael Barrios y, como siempre, Luis Palacios, tan decidido en sus arrancadas como confuso en la resolución de sus ataques. Mateo y Alejo García e Iván Rojas, no tuvieron rebeldía creativa, porque jugaron en su campo y no en el del rival. Notable la regularidad de Juan Cuesta y la reacción en rendimiento de Patiño a pesar de que Marino Hinestroza lo saco varias veces a bailar.
El caso Malagón, disponible por fortuna, para ser alineado contra su antiguo club Santa Fe, es lamentable. Ocultó un problema, que cualquiera puede tener, hizo y se hizo daño hasta entrar en depresión.
Con problemas judiciales el jugador de futbol no tiene un tratamiento preferencial. Lo sabe Dayro que ya los vivió y los solucionó, después de un inconveniente similar en un aeropuerto.