Basta de lamentaciones. De bombardeos críticos del periodismo camaleónico que vive de las exageraciones y se mueve al calor de un resultado. De victimismo. Ya no hay tiempo de llorar.

Al Once Caldas se lo tragó el final del torneo. No fue zarandeado, pero perdió partidos y puntos clave por la ausencia de nómina, tantas veces comentada. En algunos casos mal armada.

El equipo se fatigó en su interior. Nunca dejó de luchar, le siguió la pista a la punta del torneo, pero lo hastiaron las prolongadas concentraciones por proteger a Dayro en sus desvaríos y por el desgaste de los dos torneos atendidos.

Llega la hora de los mensajes optimistas sobre incorporaciones. Los esperados movimientos de mercado, que tanto alientan las tribunas.

Realidades de fichajes, sin asfixias a la economía, sin conformismo, con racional inversión, pero con calidad garantizada. Comprensible es que ninguno de los directivos es hincha declarado del Once Caldas. Son inversionistas, empresarios.

No más troncos ni paquetes soportan los aficionados. Un tal Dorrego, un “ratón” Quiñones y juveniles sin futuro. De ellos los ojos están cansados.

No juegan ni de estorbos, ni de banderines de esquina. Tal vez de aguateros… aguatero es cualquiera.

El relevo en posiciones clave, en evidencia por el bajo rendimiento en estas demarcaciones, es inminente. Un zaguero central izquierdo, un lateral por la misma banda, un mediocentro con técnica, dos extremos y un creativo.

El Arriero ha avanzado en la gestión, pero siempre en el Once Caldas habrá una desconexión entre las necesidades, el pedido del entrenador y la voluntad de inversión.

Los nombres están, las conversaciones adelantadas, evidente el interés de los jugadores, pero se choca contra una barrera cuando se toca el presupuesto.

No se entiende, como dicen las canciones, que las necesidades hechas públicas “Son penas de amor”.

Impredecible es el fútbol. Tan lleno de sorpresas. Ninguno de los rivales enfrentados fue mejor que el Once Caldas en el torneo. Incapaces de arrasarlo. Pero cuando le entró agua al bote, por lesiones o suspensiones, por cansancio y decisiones técnicas, las cosas cambiaron.

Aunque nunca dominaron la zozobra, los momentos críticos y el viaje, en general, fue placentero.