Meses, años, el Once Caldas en medio de la zozobra, mirando con fastidio la tabla, extinguiéndose en la primera categoría, prolongando la pesadilla para sus seguidores, con expectativas no cumplidas. Estoica la afición nunca falló.

Desencanto y sufrimiento porque los fichajes no rindieron.
Sarmiento, el técnico actual, y Herrera su asistente, enfrentaron en los últimos tramos de la liga, el desafío de reanimar la plantilla para mejorar el rendimiento y los números. Todo se había hecho mal

Lo consiguieron a medias por la ausencia de nómina competitiva, activando el motor emocional en el camerino, neutralizando las camarillas con freno brusco a los saboteadores internos y fortaleciendo liderazgos.

Consolidaron un patrón de juego reubicando jugadores con preferencias defensivas, para hacer menos visibles los errores de los veteranos zagueros, quienes se vieron respaldados.
Mejoraron los resultados.

Les dieron vuelo a los juveniles, confiaron en ellos y elevaron su producción. Grato fue ver la evolución, en los últimos partidos, de Danovvi, Moran, Cardona, Araujo y García, con aportes individuales y tareas colectivas, arropados por los experimentados. Al igual que la mejoría de Arias, Lemus y Chaux y el empeño, aunque desbordado, de Dayro Moreno.
El gol siempre fue la asignatura perdida.

Sin indulgencias llega la hora, una vez más, de la reingeniería. Total. En todos los frentes.
Son urgentes las negociaciones para reforzar la nómina, dada la calamidad de un eventual descenso. Sin escuchar voces perversas de embaucadores, o asesores de pacotilla, que se graduaron de expertos, de la noche a la mañana, sin conocer la pelota y sus entresijos.

No es un secreto que el Once Caldas requiere un nuevo portero, como alternativa, dos laterales defensivos, un zaguero central, un tapón, un creador y un delantero.

Existe la voluntad de salir de la crisis. Se percibe. Aunque no hay voceros que lo apoyen. Pero las dudas son crecientes porque esto significa una inversión elevada. ¿Qué hay detrás de las expectativas?

El efecto potencial de un descenso no trasciende entre los dirigentes de manera negativa, lo que sí afecta profundamente el ánimo de los aficionados.