Las caras y caretas de un crimen, la doble moral y el populismo.

Quien la hace, la paga. Los tres futbolistas del Once Caldas, acusados por extorsión, convirtieron una travesura en un acto criminal, en medio del escándalo público, con señalamientos del periodismo y el especial interés por trivializar los hechos, por parte de un sector de la información. Labor por encargo esta última, realizada con demagogia.
Una extorsión, sin importar el monto, no es un mal menor.

No se trata de afirmar, por parte del periodismo, si son culpables o no del delito imputado los jóvenes futbolistas. No están en los medios los tribunales ni quienes imparten justicia.

Tampoco se trata de estigmatizarlos y zarandearlos, ni de establecer si fue o no humillante la exposición pública por parte de la autoridad policial. Estaban los agentes del orden cumpliendo su deber.

Para aclarar el tema está el debido proceso en el que la inocencia que se presume, se demuestra.
En 2012, cuatro jugadores del Once Caldas fueron acusados de violar una mujer. Bailaban alrededor de la cama, haciendo turno, mientras uno de ellos cumplía con delirio su faena.
El asunto se zanjó con un pago millonario, extra juicio. Volvieron a las canchas y, con el tiempo, al futbol colombiano.

No se da un buen ejemplo a los jóvenes futbolistas si se pasa de largo sin sanciones a quienes trasgreden leyes y normas. Si se les justifica. Equivale a otorgar licencias para delinquir.

Castigarlos, con severidad o sin ella, es la demostración de que los futbolistas no tienen patente especial que les permita hacer lo que les da la gana y que una carrera que puede ser promisoria se malogra por cualquier desliz. Cuidado con esto. Un error lo comete cualquiera, pero enseña y hay que aprender de sus consecuencias.
Sobre el Once Caldas y su partido con la Equidad: cayó sin alma... y sin portero. Vergonzosa goleada ante un equipo cuya característica es la ausencia de triunfos. Nunca, desde la llegada de Sarmiento, se jugó tan mal.

El Once Caldas, se ve esclavo de su incapacidad, como su jugador emblema Dayro Moreno, esclavo de sí mismo, de su ansiedad, de su temperamento, de la desconexión de líneas y su falta de gol.

El fútbol, sin futbolistas, no es fútbol. Sin ellos nunca llegarán las soluciones mágicas. Migajas de juego se ven en los partidos, rígidos y desconfiados están los futbolistas, miedosos, nerviosos, distantes del balón. Algo hay que hacer para frenar este disparate, como poner huevo, lo que predica el entrenador.