Fanny Bernal Orozco * liberia53@hotmail.com

Este país tan acostumbrado a hechos de agresión y de violencia, de cualquier frente o ideología, a veces se conmueve ante algunos sucesos puntuales, grita, insulta, defiende posiciones, acusa, juzga, condena y hasta se venga, aunque no sepa con claridad qué está pasando, lo que importa es crear el caos, el desconcierto, la desinformación, el miedo.

Seres humanos que reaccionan de manera impulsiva para dejar salir las frustraciones, los conflictos, los fracasos, las envidias, los celos, la desolación, los desengaños, las decepciones, las desesperanzas y, de manera especial, los desencantos. Cada ser humano de acuerdo a cómo haya vivido su vida, demuestra quién es, a partir de la forma como expresa su mundo emocional.

Es frecuente oír que hay personas con mucho poder, que escriben y describen lo que tienen en su cabeza, pero jamás se dan el tiempo para analizar, ni reflexionar. Son impulsivas y dañinas, quizás no conocen otras palabras y consideran que lo que redactan y expresan cuando hablan, es como se debería tratar a los demás.

Somos una sociedad que le da mucha importancia al odio y a la rabia, con mandatarios que poco se miden para hablar y a quienes no les importan las consecuencias de sus palabras. Ellos, donde están, están siendo cuidados y defendidos; mientras que los demás están expuestos, indefensos y en riesgo.

Bien lo expresa Mauricio García Villegas, en su libro El país de las emociones tristes, citando a Spinoza, que la rabia, el miedo, la venganza, la cólera, la indignación, forman parte de ‘las emociones tristes’; y parece que esas son las que mayoritariamente motivan a muchos humanos, no sólo colombianos, más aún, cuando algunos de manera rápida y oportunista, se aprovechan y lucran con el dolor, la angustia y el sufrimiento de los otros.

Tal parece que la amabilidad y la empatía y la retahíla de gobernar para todos -sin excepción- son solo recursos utilizados para poder llegar al poder. Ya estando allí, no les importa ni la amenaza, ni el odio, ni el tono, ni las palabras que utilicen. De todo opinan, a pesar de dar muestras -en muchas ocasiones- de su ignorancia, ordinariez, falta de formación y de cultura.

Cada día hay más dolores y menos justicia, más impunidad y menos sosiego, menos diálogos y más insultos, más resentimientos y menos empatía, más discursos vacíos y menos respeto, más actos violentos y menos consensos. Así es como algunos creen que se hace la paz.

Quizás les hace falta saber que la paz se cimenta y se cultiva, con valores claros y cotidianos en los cuales se afirme y confirme el respeto, la responsabilidad, la bondad, la compasión, no mediante palabras que azucen y estimulen el desborde emocional.

Otro fuera nuestro país, si en vez de los discursos de odio en los que se enfrascan a diario los dirigentes, emplearan parte de su tiempo en estudiar ética, valores e inteligencia emocional; así como también buscar los espacios para asistir a terapia y sacar allí sus demonios internos y frustraciones. Quizás así sus pensamientos, palabras, emociones y acciones, tendrían un efecto menos nocivo y devastador en todos quienes hacemos parte del pueblo.


* Psicóloga - Docente titular de la Universidad de Manizales.
www.fannybernalorozco.com

 


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