Fanny Bernal Orozco * liberia53@hotmail.com
Esta es la quinta y última columna de Literatura y duelo, forjadas durante este noviembre, mes en el cual se honra con rituales a los muertos. Ha sido una experiencia sensible ir al encuentro con autores, lecturas y narrativas, unas viejas y otras nuevas, a través de las cuales hombres y mujeres han honrado y descrito el dolor por sus muertos y el de otras personas.
Esa vivencia es muy significativa, sobre todo, porque son -al mismo tiempo- dolientes que están privados de la presencia de su ser querido y también narradores relatando no sólo acerca de una partida natural, una muerte traumática, una tragedia de la naturaleza o provocada, sino además sobre otras pérdidas sensibles y representativas.
- “Voy a escribirle este mural para que lo tenga presente: si le pasó lo que le pasó y sí nos dio la mejor vida. Voy a tener el estómago entre un puño mientras la vemos, de treinta y siete años apenas, diciéndose así misma que vivir aquí es velar hermanos. Vivir aquí es matarse”. De Ricardo Silva Romero en su libro Mural, luego de los cuarenta años de la toma del Palacio de Justicia, (2025).
- “Por las mentes de los dos pasaron fogonazos del ayer: la modesta factoría clandestina de mi patio cuando él no era más que un quinceañero y yo una joven mujer que ansiaba salir adelante, las ventas furtivas, la muerte de Casilda y la marcha de Petra, la mudanza tras la guerra, Azoulay y Catherine, los días brillantes en la tienda de las arcadas, las hostilidades, el miedo, la decadencia. Tantas cosas, tantos momentos”. Por si un día volvemos escrito por María Dueñas (2025).
- “Por eso la vida es tan magnifica. Porque no existe, porque solo muere aquel que no vivió y, de forma más personal, espero alegre la salida y espero no volver jamás”. Frida Khalo, El Diario, un íntimo autorretrato, (2015).
- ‘Cuando muere el hijo’, del escritor, Abel Posse “El lento y largo proceso de un duelo en el que afloran, además de la culpa, la rabia contra su hijo por el daño causado, el dolor ante un acto desgarrador, el cuestionamiento de su propia postura racional frente al suicidio”. Tomado del libro La escritura del duelo, escrito por Victoria Eugenia Díaz Faciolince.
- “Si, pensaba una y otra vez, y, sin decir nada, de un modo cuidadoso y exacto, iba dando expresión a mis sentimientos: Fue así. Fue así. Fue así. Muy bien, Muy bien. Muy bien. Y durante todo el vuelo estuve lleno de orgullo de que mi madre se hubiera suicidado…El día del entierro, por la mañana, estuve mucho tiempo solo en la habitación con el cadáver. Mi sentimiento personal coincidía, de pronto, con la costumbre general del velatorio. Incluso este cuerpo me parecía terriblemente abandonado y necesitado de amor”. Desgracia impeorable, escrito por Peter Handke (2010).
- “Tengo que morir hoy, le decía, no puedo evitarlo. Ella se tomaba la noticia con mucha calma, tal como lo habían hecho las enfermeras. Pero él no estaba allí para buscar su compasión, sino para darle indicaciones de lo que debía hacer con sus manuscritos”. Tomado del libro La invención de la soledad del escritor Paul Auster, (2024).
* Psicóloga - Docente titular de la Universidad de Manizales.
www.fannybernalorozco.com
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