Una novela que no contiene nada contra la moral católica. "Antes bien, respira sus principios en cada frase y en todas sus palabras". Así se expresaba un censor de la Iglesia, el sacerdote Alejandro Hunkele, al dar beneplácito para que se publicara la primera novela en formato de libro de una mujer en el Eje Cafetero. Al fin y al cabo, parecía una obra de una propagandista del catolicismo.

María Natalia Ocampo Ángel se convirtió en fiable defensora de la moral católica en sus cuentos, sus artículos y, por supuesto, en su novela. La escritora, según consta en varios textos, nació el 7 de julio de 1884 y falleció el 1 de octubre de 1950.

Su obra literaria está llena de recomendaciones para mantener el hogar, como lo hizo en la sección Para la mujer de La Patria en 1924, con un texto que se publicó en cinco entregas, titulado: Consejos a las madres para sobre la educación moral y física de la infancia.

Como digna representante de las buenas costumbres, se firmó siempre con el apellido de casada, además, casi nunca usó el primer nombre. Por eso se encuentra en todas las referencias como Natalia Ocampo de Sánchez. Su esposo fue Martín Sánchez, un empleado público, con quien contrajo nupcias el 7 de julio de 1911. Tuvieron siete hijos.

La investigadora Adriana Villegas (2023), citando a Camargo Martínez y Uribe Álvarez (1998), dice que Natalia fue escultora, pintora, intérprete del tiple y de la guitarra. La Revista de las Damas, primero; y Albores, después, abrieron el espacio a Natalia Ocampo para que escribiera. Desde estas páginas hizo siempre una defensa de la mujer fervorosa y constante, al decir de Adalberto Agudelo Duque (2018).

 

La novela

Una mujer es un hito en la literatura escrita por mujeres en el Eje Cafetero, pues se trata de la primera novela que se imprimió como libro, y esto sucedió gracias a la Editorial Zapata, que tantas publicaciones hizo posible. La obra conoció la luz en 1936, con esta nota: "por cuenta de su autora". Es decir, como sucede hoy con la mayoría de escritores caldenses, deben hacerlo de su propio bolsillo para poder ver en imprenta la publicación.

Anota Adalberto Agudelo Duque sobre el papel de las protagonistas de dos novelas: "Una mujer y Asistencia y Camas logran un retrato fresco y maravilloso de dos grupos sociales predominantes de la época (…). Es la administradora de bienes y normas". Porque Leticia, la protagonista de la obra que nos ocupa debió convertirse, en lo que hoy llamaríamos con rimbombancia, en microempresaria, para poder llevar sustento a su casa. Esto por cuenta de un marido, Enrique, que se perdió en los malos pasos. La misión de ella, es mantener a sus tres hijos: Daniel, Pepito y Teresa.

 

Años de intelecto

Los años 30 son fructíferos para la intelectualidad caldense. Es la década en la que los artistas de la región se dan a conocer con éxito en el país, también los políticos, son los años de Los Leopardos, "un Caldas que se hizo notar", según Agudelo. La década en la que según este mismo escritor se constituyó la caldensidad.

Mientras crecen la intelectualidad y el arte, la región pierde poder económico, pues el Banco de la República centraliza el dinero, tarea que cumplían los comerciantes y banqueros manizaleños en la primera parte del siglo XX, gracias a que las pocas divisas que llegaban al país lo hacían por la venta del café. La plata estuvo aquí, como se titulo un fascículo sobre el capital, del coleccionable Manizales 150 años, que circuló con la patria para el Sesquicentenario de la ciudad.

 

Historia

La novela tiene por lo menos tres hechos históricos relevantes retratados: el ascenso del liberalismo al poder con Olaya Herrera, la guerra con el Perú cuando el vecino país invadió Leticia y el incendio de 1925, que consumió por lo menos 30 manzanas de Manizales. No obstante, el genio de la escritora aparece para trasladar el el incendio a los años que ella necesitaba para su idea narrativa. Es interesante esta descripción del incendio, con el uso de dinamita para tumbar casas e impedir que siguieran las llamas haciendo de las suyas, o la escasez de vehículos para los trasteos, pues todos quieren salvar los enseres. "La mejor página sobre el incendio de 1925 se debe a su pluma", sentencia Adalberto Agudelo sobre este pasaje.

Otros hechos con narración casi periodística aparecen en la obra, como un capítulo dedicado a una tragedia invernal, incluidos deslaves en la vía al Magdalena que se construía a pica y pala, pero que nos muestra que es una situación de riesgo sobre la que se ha construido nuestra región. Es un capítulo, a mi manera de ver, extraño, porque rompe la narrativa de la novela, pero como crónica periodística funcionaría muy bien y también nos retrata esa época en que Manizales crecía a través de las cañadas, hoy tapadas por los box coulvert.

Otra tragedia, que la enmarca en un episodio más personal de la protagonista, se encuentra en un accidente del cable aéreo, en el que fallece Pepito, hijo de Leticia y de Enrique, el mismo tipo de accidentes que precipitaron el cierre posterior de esta empresa.

 

El jefe del hogar

Algunos visos modernos aparecen en la obra, aunque sea para criticar lo que sucede. En el paseo a la Linda, que entonces era más rural que hoy, se tiene a Paquito Vélez, a quien Natalia no duda en ponerle una etiqueta "(el afeminado)". También aparece la mujer que visualiza el matrimonio como una oportunidad de escalamiento social y el hombre como mandamás del hogar. "Aquí mando yo, y no quiero que frecuenten tanto la Iglesia, Es una desgracia vivir en corral, en donde canta la gallina", dice Enrique y así se muestra el machismo reinante de entonces, para aludir a su esposa, cuando ella le reclama por sus malo actos.

Lo de la Iglesia no es gratuito. Enrique, un liberal, desconfía de los sacerdotes, entonces ligados al Partido Conservador. No es para menos, el confesor era mucho más que un oidor de los problemas o de los pecados, era consejero principalísimo. Aunque no debía temer, porque lo que aconseja es que la mujer debe acatar al esposo en lo que este diga. Y así asume Leticia su cruz matrimonial, con eso que las abuelas llamaban abnegación, ese valor que las llevó a soportar tanta injusticia en sus tiempos, porque estaban seguras que así ganarían el cielo.

Hay también denuncia social en esta obra, porque a pesar del esfuerzo de la autora por intentar condenar el divorcio y preferir mostrar la abnegación de las madres como su mayor riqueza para hacer puntos de cara a la vida eterna, deja claro que hay maltrato, que hay dolor, que existe una sociedad que trata a la mujer como ser humano de segunda. Misiá Elena lo dice clarito en un diálogo: "¿Y por qué ha de existir la ley del embudo para las mujeres solamente?"

 

Explicaciones

No me gustan mucho las obras de ficción de hoy en día que llenan sus preámbulos o sus epílogos con explicaciones de por qué debe entenderse esto o no asumirse aquello. Pues eso que me parece tan chocante hoy, ya lo había hecho Natalia Ocampo en 1936. Se gasta cinco páginas para explicar: "La presente historia noes propiamente una novela, sino más bien una historia antigua y moderna...", "El matrimonio no andará bien sino cuando se hayan refundido uno en otro por ideas y sentimientos y esto no se consigue sino con mucho amor, mucha tolerancia y mucha virtud...", "Pero no se trata aquí de una obra dogmática, más bien vamos en pos de enseñar a las mujeres que no han sido felices en su matrimonio, la manera de que le saquen bien a tanto mal..."En Una mujer hemos tratado de demostrar cómo debe serlo la verdadera mujer: la mujer fuerte que se retrata en el evangelio...".

Es interesante que entre estas explicaciones, la autora inclusive cuenta de dónde vienen los nombres de los protagonistas, para que nadie se sienta aludido. Son tan comunes, que están en boca de todo mundo por esos días, porque Leticia fue invadida por los peruanos y porque Enrique es el nombre del presidente de Colombia. Así quiere que no ate con chismes, en esta parroquia, la novela.

Para rematar, el hombre que decide irse por los malos pasos, vuelve enfermo y arrepentido, y la protagonista lo recibe, lo atiende con devoción cristiana, incluso hasta su muerte. Una mujer que ve regresar a su hijo Daniel, que hizo fortuna en el Chocó, pero pródigo como es, apenas si llegó para ver a su madre morir en gracia de Dios, y entendiendo que el sufrimiento era el justo pago para alcanzar la vida eterna.

El próximo año serán los 140 del natalicio de Natalia Ocampo. Qué bueno que se aprovechara la fecha para que se reimprimera su obra, y así la puedan leer más personas y #HablemosDeLibros, de la sumisión de la mujer en la historia de Caldas y de más escritoras, por supuesto.

 

Obras

El historiador Fabio Vélez Correa cita entre los cuentos de Natalia Ocampo: Episodio sublime, Perucho (cuento de Navidad), Los dramas del vicio, Complemento conyugal, Exploración de los astros, ¿Será el ante Cristo?, Tradición y Cénit.

No obstante, la investigadora Adriana Villegas, apenas encontró rastro de dos publicaciones en La Patria, una de corte pedagógico sobre Consejos a las madres, de una mujer con experiencia para primerizas (1924) y un cuento sobre la guerra con el Perú (Madre y hermanos, 1932) y un texto contra la aprobación del divorcio, este publicado en La voz de Caldas (1935). En su investigación doctoral, Villegas tuvo acceso a la correspondencia y a diarios de Natalia Ocampo que esperamos conocer una vez sea publicada esta amplia investigación sobre escritoras del Eje Cafetero.

 

Algunos modismos

Son muchos más, pero anoté estos que me hicieron gracia:

* Charra: graciosa, ocurrente.

* Es de cuarto: La persona que sirve de celestina.

* Gente de pro: para hablar de gente moderna.

* Mal haya sea: maldita sea.

* Melindrosa: pone problema por cualquier cosa. No se aguanta nada.

* Misia: para referirse a una señora.

* Picón: chismoso.

* Quedarse metida: porque alguien no cumplió.

 

Hablemos el martes

El próximo martes en el Banco de la República en el centro de Manizales, nos encontraremos para que charlemos sobre Natalia Ocampo y, principalmente, sobre su novela Una mujer. Están invitados todos para que #HablemosDeLIbros. Hora: 3:00 p.m.

 

Foto | Cortesía Familia | Papel Salmón

Natalia Ocampo de Sánchez.

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Natalia Ocampo de Sánchez.