Después de leer ¡Cómo salir del pozo!, del periodista argentino Andrés Oppenheimer, el mismo que tuvimos en Manizales en el 2012 para hablarnos de educación, es imposible no quitarse el prejuicio que se tiene con los gurúes de la felicidad. Este es un tema que se ha puesto de moda y tiene clases superexitosas en las más importantes universidades del mundo, además de aplicarse un ranking mundial.

Sin embargo, lo que este descreído, por aquello de ser periodista, termina por demostrar es que la felicidad tiene mucho más que ver, en estos asuntos, con políticas públicas para el bienestar personal y colectivo, que con chispazos de alegría.

El capítulo América Latina, el continente pesimista es una reflexión que se inicia con una mirada un poco derrotista, pero pronto pasa a un tono posibilista. Muestra que este mismo continente tiene cantidad de cosas positivas para mostrar y sobre las cuales se puede parapetar para cambiar su destino y dejar de perder oportunidades cuando se dan. Entre estas, se encuentran las disputas de Estados Unidos con China y Rusia, así como el encarecimiento de la vida en la potencia asiática, pues se torna menos competitiva y eso puede hacer que muchos norteamericanos miren al sur como un posible lugar seguro para su inversión, claro si se brindan garantías, no si se les siguen tirando piedras al caduco estilo de "yankees, go home".

Oppenheimer conecta en este libro conclusiones que ya había dado en sus textos anteriores: Basta de historias, sobre la pobreza educativa de Latinoamérica y cómo otros países han logrado dar pasos gigantescos para superarse en este tema; Cuentos chinos, que trata sobre el populismo y sus efectos en el emprobrecimiento de nuestros países; ¡Crear o morir!, sobre innovación; y ¡Sálvese quien pueda!, la automatización que puede dejar muy mal parqueados a nuestros trabajadores.

El método es el mismo: viaja por el mundo, nos muestra los ejemplos y luego los pone en perspectiva de las ilusiones perdidas de los latinoamericanos y qué se puede hacer para cambiar. Las conclusiones parecen obvias, pero sabemos que la mayoría de políticos prefieren sentirse redentores y no pensar en el bien común. De hecho, recomiendo este libro principalmente para los candidatos a alcaldías, a gobernaciones, a asambleas y a concejos, toda vez que podrían encontrar buenas ideas para poner en práctica sobre cómo mejorar el bienestar, la calidad de vida y también cómo reducir la corrupción, el gran mal de nuestro continente.

Dentro de las conclusiones, me llamó mucho la atención esta: Medir la felicidad debe ser un complemento, no remplazar la medición del PIB. Recuerdo a un rector en Manizales que decía que más que medir los conocimientos de los niños habría que medir si eran felices, y le respondí algo similar: vale la pena evaluar su satisfacción con el colegio en el que estudian, pero esto no puede remplazar la medición internacional que se usa para conocer si están aprendiendo los mínimos conocimientos para ser competentes.

El libro termina con una serie de conclusiones: Diez recetas para salir del pozo, más allá del título de lugar común es una invitación a mejorar en Latinoamérica, con base en lo que ya se ha probado en otras partes del mundo: Bután, Reino Unido, los países escandinavos, ciertas empresas inclusive.

Lean a Oppenheimer con sentido crítico, piensen en cómo también la felicidad tiene que ver con cómo asumimos la vida cada uno de nosotros y cómo impedimos que los corruptos se roben los recursos que deberían darnos bienestar, y #HablemosDeLibros y riámonos un poco, así sea de nuestra tragedia de no aprovechar nuestras fortalezas.

 

Subrayados

* La honestidad cívica es esencial para el desarrollo económico y la felicidad de los países.

* Hay que tratar de hacer las cosas que lo hacen feliz a uno por encima de intentar parecerles exitoso a los demás.

* Si América Latina no recupera el tiempo académico perdido, estará condenada a quedarse cada vez más atrás en su desarrollo económico.

* Los votantes deberían apostar por quienes respetan la separación de poderes y prometen reforzar a las agencias independientes que investigan la corrupción para que puedan hacer su trabajo.

* Si aprendemos desde pequeños a diferenciar las malas noticias permanentes de las temporales, no nos agobiaremos tanto.

* Cuanto más se empodera a los trabajadores, más motivados y compenetrados van a estar con su trabajo.

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¡Cómo salir del pozo!