Fernando-Alonso Ramírez

Periodista y abogado, con 30 años de experiencia en La Patria, donde se desempeña como editor de Noticias. Presidió el Consejo Directivo de la Fundación para la Libertad de Prensa en Colombia (Flip). Profesor universitario. Autor del libro Cogito, ergo ¡Pum!

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Leer a David Grossman en El precio que pagamos me llevó por momentos a esas impresionantes memorias de Stefan Zweig, El mundo de ayer - Memorias de un europeo, cuando este habla de cómo quedó en medio de la guerra como extranjero en Bélgica.

Así, de un día para otro, quienes eran sus amigos, lo miraban con prevención mientras compartían un café y una buena conversación. Al fin y al cabo era un austriaco en suelo que ahora era enemigo por cuenta de los señorones de la guerra.

Desde entonces, Zweig promovió con intelectuales de su época todo tipo de actos que rechazaban las acciones bélicas y acometían salidas negociadas y el trato humanitario para todos los ciudadanos. Sin embargo, ya vimos que para los que se empeñan en la violencia les resulta muy fácil imponerse.

La frustración de Zweig termina en buena parte con su muerte, como bien lo cuenta el exministro Alejandro Gaviria en No espero hacer ese viaje.

La tarea de los pacifistas no es fácil, porque cuesta que otros entiendan que luchar por la paz no significa que se esté de acuerdo con las barbaridades que le dieron origen a un conflicto o que lo perpetúan. Y cuando critican las acciones de otros, de inmediato salen los macarras de la moral a enrostrarles que no son tan pacifistas como dicen. Quedan en el peor de los mundos.

David Grossman es un escritor israelí que ha propiciado importantes discusiones dentro de su propia patria y ha reclamado de forma airada a la derecha ultraconservadora que hoy gobierna ese país y que poco a poco limita las libertades y cambia las normas para perpetuarse en el poder y socavar las garantías para los ciudadanos.

Por eso, lo explica con contudencia desde el prólogo de este texto que recoge varios discursos a lo largo de los años: "La perversidad también tiene su jerarquía". Esto para criticar de manera vehemente el ataque que cometió Hamás contra ciudadanos indefensos israelíes el 7 de octubre del 2023.

Entonces le sigue rondando una pregunta que es permanente en sus reflexiones escritas, aunque aparezca al final del libro, de un texto de enero de este mismo 2024: "O es que los países interesados e involucrados en el conflicto no ven que Israel y Palestina vuelven a no ser capaces de salvarse a sí mismos de sí mismos?".

El tiempo parece darle la razón. Ya vimos esta semana cómo en el nuevo frente de guerra, en Líbano, se intensificaron las acciones entre Israel y Hezbolá, porque estaban a punto de pactar un cese al fuego de dos meses, pero a las horas de iniciarse este, se acusaban ambos bandos mutuamente de violar el acuerdo.

Grossman se siente parte de un judaísmo "laico y humanista" para contrarrestar la arrogancia y la soberbia que describe de ciertos judaísmo que se afinca en la tradición para torcerle el pescuezo a una idea de dos estados en paz en el mismo territorio.

"Nosotros, los nativos de la situación, hemos asumido ya que nuestros hijos y los hijos de estos estarán condenados a vivir con la espada, y en más de una ocasión, a morir a espada". Esta frase resume bastante bien lo que ha pasado en Gaza, ante la reacción desmedida del Gobierno israelí y que Grossman no teme criticar, al mismo tiempo que fustiga a Hamás y a Hezbolá. Leer a un hombre contracorriente también nos habla de la valentía, porque nada más inspirador que aquellos que son capaces de ir en contra de la manada.

Sus reflexiones, que son textos recogidos de distintos momentos, incluidos de este año, nos llevan al humanismo y a saber que podemos criticar a todos los violentos y no por ello ser de un lado o del otro. Sientan bien sus palabras en esta época que tantos intentan conducirnos inefablemente al extremismo. Lean El precio que pagamos y hablemos de libros y de pacifismo.

 

Subrayados

* ¿Que no importa lo grande y pesada que sea la espada que empuñemos porque, al fin y al cabo, todas las espadas son armas de doble filo?

* Un país que no tenga una frontera estable y acordada (...) se moverá entre la tentación de invadir el territorio de sus vecinos y el temor de ser invadido por ellos.

* La escritura (…) es un gesto subversivo del que escribe primero que nada contra sí mismo.

* Ser mayoría representa una gran responsabilidad y supone un gran reto político, social y sobre todo humano que consiste en entender que la relación con la minoría es una de las pruebas mayores a la que se enfrenta la mayoría en un régimen democrático.

 

 

Reproducción| LA PATRIA

David Grossman, un israelí pacifista que no teme hablar de las cosas que otros quieren callar en Israel, y al tiempo criticar el terrorismo de quienes atacan su país. Una serie de ensayos en El precio que pagamos.