Llevamos pocos días del nuevo año, ya pasan las fiestas con las que todo el mundo olvida lo que sucede a diario, como si el aquí y el ahora tuvieran una pausa, que permite doblar la página y recomenzar  de nuevo, con la sensación de incertidumbre y desesperanza que produce vivir en nuestra realidad.
            Estamos irremediablemente sujetos al acontecer político, para poder saber realmente cómo se determina nuestro futuro, que no parece fácil, pero por el que  seguiremos luchando sin tregua, con la esperanza de un mañana mejor para todos los colombianos.
Hasta ahora el pacto que era histórico, ha tenido muchos desaciertos en muchas cosas. Hay momentos en los que son indistinguibles de la vieja política que dijeron estaban dispuestos a combatir. Los corruptos que hay en ese pacto no son pocos; son tantos como los desconocidos salidos de la nada, sin una historia que los avale como líderes y conductores de un país. Se colaron o fueron impuestos por la manipulación de los que hicieron el entramado político que se eligió en el nuevo gobierno, ese que hoy da muestras de que en política seria y digna no se puede improvisar con quienes no tienen estructura personal para ser los líderes que la comunidad necesita.
Las intenciones y promesas fueron distintas en mucho a lo que estamos viendo. Los corruptos de siempre siguen campantes y ahora hacen parte del gobierno, como si se les premiara su voltereta, para mantenerse en los cargos públicos a personas de bajísimo nivel cultural, poca o ninguna preparación, altísimo grado de arrogancia, incalculable nivel de estulticia e imbecilidad y poca o ninguna idea que sea definitivamente transformadora de la realidad de un país que ha sufrido siglos de horror en el manejo del poder.
Acompañamos un cambio en Latinoamérica, que con pocas excepciones está marcado para definir la importancia de toda una región en el desarrollo del mundo. Ese cambio en el continente de regímenes extremistas o dictatoriales es la oportunidad que se nos presentó para  convertirnos en líderes de un mundo  que va de mal en peor, con un aumento de la desigualdad y la pobreza, una disminución real de las oportunidades, en parte como consecuencia de la superpoblación que tenemos en el planeta Tierra, que siendo nuestra madre, irrespetamos sin vergüenza y destruimos todos los días, con acciones  que  dañan el ecosistema, alteran el clima y desorganizan la naturaleza.
En el Congreso sobra mucho mediocre que sin méritos llegó a esos puestos por la imposición de listas cerradas, que hicieron posible se mantuvieran muchos de los corruptos de siempre, y se eligieran  bastantes de los depredadores  que  tenemos hoy, no pocos que hacen parte de todos los partidos, en este país en el que hay más organizaciones políticas que políticos decentes, honestos y comprometidos con una actividad pública sin manchas, sin intereses económicos, sin la posibilidad de ser los que determinen nuestro futuro, apegados a los viejos  vicios de las hoy más refinadas  y sofisticadas formas de hacer dinero y enriquecerse  en política con una actuación estéril, que no representa verdaderos cambios y que eterniza las felonías de las castas políticas que nos han conducido  por mucho tiempo, sin honor, sin honestidad, sin decoro y sin dignidad.
Agregada a esa realidad poco alentadora, entramos en un año de elecciones de los funcionarios del Estado que manejarán los departamentos y los municipios, con sus gobernadores, alcaldes, concejales, diputados y toda la burocracia que lleva, condenados como estamos a vivir en un país en el que la política no depende del pueblo, pero el pueblo, para su infortunio, sí depende de la política. Se comenzarán a presentar candidatos de todas las corrientes y todas las pelambres, gastando miles de millones  de  pesos en campaña, sabiendo que  el sueldo que ganen no llegará a un porcentaje mínimo de lo gastado, solo porque saben que buscan esos puestos, no por la dignidad de ocuparlos, sino por la evidente oportunidad que tienen para enriquecerse  sin límite, sin pudor, con entidades de control que no controlan nada, con una falta casi total de fiscalización, que los hará inmunes a toda acción pública.
Tenemos que cambiar nuestro comportamiento político, para poder sancionar sin distingo de clase, a los que roben, desfalquen, hagan trampas o paguen favores con sus puestos. Tenemos que prepararnos para no dejarlos volver a tomarse el país en las regiones, como lo han hecho hasta ahora, para que el cambio sea una realidad, manejada por gente decente y honesta, preparada, sin cuestionamientos y sin antecedentes.