Hoy vamos a hablar de un personaje que, nacido en Manizales, ha dedicado desde la terminación de su bachillerato toda su vida a su profesión en Bogotá.

Una vida que no ha sido exenta de dificultades y retos, pero en la cual, a base de constancia, logro triunfar y consolidar su actividad profesional.

Hablo de Luis Eduardo Motoa. Su familia vivía en el Centro, en la calle 25 con carrera 25, en ese lugar conocido por todos, el barrio San Joaquín.

Perteneció a una familia grande, como era costumbre en la época.

Era el menor de seis hijos, de la señora Celia y del señor Antonio; sus hermanos fueron Ruth, Carlos, Alberto, Antonio, Jorge Enrique y María Eugenia.

Como hijo menor, era el heredero de todo: la ropa de los primos, de los hermanos, los juguetes, todo.

Nació en un hogar maravilloso, su padre era ebanista dedicado y fino, su madre era ama de casa, la que se encargaba de todos los oficios en régimen de 24 horas al día, los 7 días de la semana, en el empleo peor pagado del mundo, sin salir, sin prestaciones, sin cesantías ni jubilación, pero con dedicación total y amor por montones.

Sus padres murieron, se fueron hace mucho tiempo esos viejos, de los que aprendió toda la base de lo que sería una personalidad decente y honesta.

Creció en ese hogar, en el que lo más importante era la alegría, el respeto por la palabra y en el cual además cimentó buena parte del oficio que tiene. Se lo debe a sus padres, porque ellos siempre fueron muy comprometidos con el bienestar de todos sus hijos.

El hogar en el que se levantó era muy divertido, allí el humor siempre estuvo acompañado del respeto por la palabra.

Su papá era una persona divertida, conocido como muy serio, fue profesor del Instituto Técnico de Caldas; su mamá lo era del Instituto Técnico Hogareño.

Su gran pasión siempre había sido el arte. Cuando terminó el colegio, se graduó en el Gimnasio Manizales, centro que aún hoy se sigue considerando un maravilloso lugar; pasó por distintos lugares entre escuela pública, colegio privado, colegio público y así sucesivamente hasta que un día lo echaron del colegio por ser supuestamente “vago”; después de su expulsión se fue a estudiar al Gimnasio Manizales, en el que tuvo la oportunidad de una mayor cercanía con el arte, que siempre lo apasionaba, especialmente el mundo del teatro, el mundo de la interpretación.

Para poder acercarse a ese universo era asiduo visitante y cliente de un lugar de expresión que se llamaba Kién, la representación de un hexagrama chino y allí nació lo que sería su profesión definitiva, allí gestó una gran cantidad de cosas, porque encontró varios amigos, entre ellos Jorge González, guitarrista, maestro y músico; Silvia Clavijo, pintora que vive en Europa; Néstor Gustavo Díaz, un muy buen escritor, quien además de alguna manera también lo impulsó por el mundo del arte.

Dentro de ese universo él podría nombrar a múltiples amigos, entre ellos a Claudia, su compañera de viaje, cómplice, amiga incondicional, y a muchos otros que siempre se han inspirado en otros oficios y diferentes universos.

Cuando terminó el colegio, lo apasionaba la música; dos años antes de tomar tiempo para esta decisión de vida, que no era vista con mucha tranquilidad y certeza por sus padres, se fue a estudiar a la ciudad de Bogotá.

Llegó con un colchón que le prestaron en la casa, con dos cajas, una de libros, la otra con su herencia, las cosas que le habían regalado y había conseguido durante mucho tiempo.

Llegó a la capital, pero todavía recuerda cuando estaba en el parque Liborio y se subió en un autobús de Expreso Bolivariano lleno de sueños, de alegría, de muchas expectativas y sobre todo también porque es importante, de mucho miedo.

Pero logró a punta de dedicación y esfuerzo, convertirse en el actor nacido en Manizales que más ha trabajado en la televisión colombiana. Baste recordar que fue el protagonista de “Padres e Hijos” durante 18 años.

Son muchísimas las obras en las que ha participado, las que ha escrito y en las que ha dejado su talento.

Una persona como Luis Eduardo Motoa merece todo el reconocimiento y el aplauso de una comunidad que lo vio crecer, a la que debe buena parte de lo que ha conseguido ser en sus 75 años de vida.