Escribí hace varias semanas sobre Rolando Verhels Roso. A principio de año me contactó por correo un hijo suyo que fue reconocido por él, a quien su hijo no correspondió, diciendo siempre, hace más de 30 años, que no lo reconocía como padre.

Eso hasta hace poco, cuando me escribió un mensaje: “Soy…, hijo mayor de Rolando, que le gustaría hablar sobre el artículo que escribiste sobre mi padre”.

Lo llamé, pero no me contestó. Entonces el martes me escribe de nuevo: “Déjame decirte que parece una falta de respeto que entres a opinar de la vida de una persona sin conocerla, tu artículo está lleno de incoherencias. En fin”. Javier... Trabaja en Bogotá. En su perfil dice que vive en Girardot. Lo curioso es que ese hijo reconocido por mi amigo Rolando, siembre dijo que no lo reconocía como su padre. Pero súbitamente cambió. ¿Tendrá algún interés especial para hacer eso y llamar padre a quien nunca reconoció?

Vivimos en una sociedad llena de personas decentes y honestas, sin importar su posición social, su nivel socioeconómico, ni sus actividades cotidianas.

Lamentablemente por una minoría que actúan con deshonestidad, falta de principios o intereses se ha generalizado el principio “Gnecoquiano”, según el cual los que manejan la sociedad son los peores personajes que tenemos, convencidos como están de que la justicia será leve o no actuará contra ellos.

Hoy hablaremos de una persona que pasa desapercibida en nuestro medio, haciendo un trabajo constante y digno, por el que se levanta a las 3:30 de la mañana, se despide de su hijo menor estando dormido, para comenzar a trabajar en su rutina diaria.

Se trata de Johana Durán, una mujer de 43 años, que desde las 4:00 de la mañana está haciendo el oficio de aseo de la ciudad, con un traje verde y botas de caucho, protegida por una cachucha y un tapabocas, colocando sus conos de señalización y barriendo toda la mugre que los seres humanos dejamos en las calles, sin que parezca importarnos algo.

En ese trabajo lleva su equipo para hacerlo, con las bolsas para materiales diferentes en un carrito de arrastrar, recogiendo todo con sus escobas y su pala. Ella lo hace con dedicación para una empresa que pagándole el mínimo, le reconoce todas las prestaciones sociales como empleada formal.

Esta mujer representa a todo un grupo que trabaja para ese oficio, el que hacen en todas las ciudades de Colombia, sin que reciban el menor agradecimiento de la gente a la que le recogen la basura, ni a los dueños de los predios de donde la recogen.

Un trabajo que hace con dedicación y esfuerzo, para poder mantener a su familia y darle educación a su hijo. Llega cansada a las 3:00 de la tarde a su casa, para hacer las labores domésticas, sin que eso la detenga o le impida tener una vida digna y honesta.

Personas como Johana Durán merecen toda la admiración, el respeto y el aplauso de toda la comunidad a la que sin darse cuenta le limpian toda su mugre y le recogen toda su basura.