Hemos sido testigos de unos días escalofriantemente duros. El atentado contra un precandidato, en un parque, por parte de un sicario, que pagado, estaba cumpliendo la orden que le dieron, sin que todavía se sepa quién la dio.

Toda la prensa y gran parte del periodismo politizado y prepago lanzaron una cruzada de desinformación que ha conducido a un caos institucional, del cual debemos salir pronto.

El mundo entero en crisis, pero en Colombia se utiliza el hecho para hacer una campaña que es la antítesis de la política, solo para desestabilizar al país y crear zozobra y pánico, con el cual logran engañar a millones de incautos, que prepagados, cuando no obligados, les siguen el cuento.

Desde el Gobierno, Petro ha cometido muchos errores, a pesar de los grandes avances en lo social que no se pueden desconocer para mayorías que siempre fueron ignoradas. La oposición por su parte, ha hecho lo que mejor sabe: crear crisis institucionales para poder manipular el poder del que por desgracia están posesionados, convirtiendo la política en un verdadero frente de batalla.

¿A quién beneficia esto? ¿A la población colombiana? Claramente no. ¿A los clanes de parásitos políticos? Evidentemente sí. ¿Quién pierde con todo este caos y sobre todo quién gana?

Sin duda alguna, pierde Colombia y ganan los mercenarios políticos que desde sus puestos no tienen recato alguno en llevar la corrupción a límites insospechados, cueste lo que cueste, solo porque ellos de alguna forma están blindados.

No es solo coincidencia que la actividad de la derecha esté paradójicamente asentada en el hemisferio izquierdo del cerebro, causando una verdadera hecatombe institucional, con negociantes de baja estofa y el más alto cuestionamiento ético y moral, que las mayorías de los que hoy ocupan puestos en el Congreso, las altas Cortes, la Procuraduría y la Contraloría, la Registraduría, sin dejar de mencionar todas las ÍAS que le sirven para actuar como bestias, con las que obtienen ganancias incalculables, de las que dejan pocas evidencias, actuando con altos niveles de maldad y bastante perversidad.

Por eso hoy hablaremos, no de los personajes despreciables que convirtieron la política en un asqueroso y nauseabundo negocio. Hablaremos de Miguel Uribe Turbay, un personaje que me parece políticamente cuestionable, pero que como ser humano tiene todo el derecho a tener una vida digna con su familia, en paz, sin que lo utilicen como trompo puchador de una batalla que todavía, aunque haya muchas dudas, no ha sido aclarado en Derecho, para hacer justicia y castigar, sin las ventajas que les dan a los muchos hampones que están en la burocracia, a los autores materiales e intelectuales del hecho.

El atentado aleve que se cometió contra él no es raro en Colombia, raro es que esta vez lo estén aprovechando los grupos políticos para hacer proselitismo de la peor manera y de la más miserable condición.

Miguel Uribe Turbay, que gozaba con los decretos que le quitaban los derechos a los menos favorecidos, no puede por eso ser víctima de asesinos sin tripas ni dignidad, que probablemente pertenezcan a organizaciones al margen de la ley que con poder económico y la complacencia de los politicastros que tenemos, hacen de Colombia una vergüenza institucional.

Miguel Uribe Turbay adquirió desde que nació el inalienable derecho a la vida.