El pasado 27 de febrero se realizó, en el Centro Colombo Americano de esta ciudad, el lanzamiento del libro “Rio Sucio de Ngurumá” de Álvaro Gartner. Al escuchar a su autor, me preguntaba, ¿qué puede impulsar a una persona a destinar tantos años de su vida, a realizar una investigación por la cual no le están pagando? Sin duda es el espíritu rebelde, de quien empuña la pluma para contribuir a la transformación de una sociedad como la nuestra tan necesitada de diálogo y memoria. Conocí a Álvaro, investigador y defensor de las causas históricas y culturales de Caldas, a través de su primer libro “Los Místeres de las Minas” (Universidad de Caldas, 2005) y posteriormente cuando megáfono en mano nos hizo un recorrido por Riosucio a las personas que asistimos a una de las sesiones de la Cátedra de Historia Regional de Manizales y Caldas.

Las 400 páginas de su libro, bellamente editado por Matiz, nos llevan a un recorrido de 310 años (1536-1846) por “La Vega de Supía” que comprendía antiguos territorios del gobierno de Popayán y que hoy corresponden a municipios como Anserma, Guática, Quinchía, Riosucio, Supía y Marmato. Un extraordinario respaldo bibliográfico acompaña la obra y es absolutamente detallada en la descripción de las fuentes y archivos consultados, lo que elimina considerablemente el carácter especulativo o ficticio de lo allí escrito. Su impresión a doble columna enaltece el carácter periodístico del autor, mostrando una lectura sencilla y agradable que permiten, según sus palabras “llegar a todo tipo de lectores”. Su contenido, conduce a la comprensión de los penosos hechos derivados de la intromisión violenta de los conquistadores españoles y del exterminio de la gran mayoría de las comunidades indígenas de esta región, sin dejar escapar detalles con la correspondiente y non sancta función evangelizadora de la Iglesia y los efectos del Tribunal del Santo Oficio en la época de la Inquisición.

Uno de los hechos más significativos de la obra, son las narrativas sobre los conflictos territoriales entre las comunidades de los distritos de Quiebralomo y La Montaña que permiten comprender las dinámicas actuales de las parroquias y parques de San Sebastián y La Candelaria, fenómeno único en el país, que debería ser leído con suma atención como escenario de paz y reconciliación y que permitió el nacimiento de uno de los carnavales más famosos del país y sin duda el más significativo del centro occidente de Colombia. El 1º de julio de 1846 Río Sucio también tuvo su propia “caída del muro” como la llama Álvaro Gartner, de manera análoga a la unificación alemana de 1989, pues dichos distritos se encontraban solo separados por una cerca de guadua, hecho que permitió, entre otros aspectos, la fusión definitiva de su nombre en una sola palabra: Riosucio.

“Rio Sucio de Ngurumá” deja en evidencia la crisis del centralismo bogotano: la historia de Colombia se construye desde las regiones y los aportes a la consolidación de los procesos identitarios son en gran medida el resultado de sesudos ejercicios de investigación filantrópica que deberían merecer un mayor reconocimiento de la academia, los gobiernos locales y la propia sociedad. Frente a una abundante narrativa anecdótica y moralista de hechos pasados, urge la necesidad de fomentar una historia crítica para la comprensión del presente, a través de la difusión de este tipo de obras, que estimulen a contar con rigor tantas historias desconocidas sobre nuestro territorio. Por ahora, me honra poder contar con uno de los ejemplares del distinguido miembro de la Academia Colombiana y de la Academia Caldense de Historia.