Manizales continúa envejeciendo. No es una afirmación nueva, es incluso repetitiva, pero los datos recientes de Estadísticas Vitales del DANE lo confirman nuevamente y con más claridad.

En el 2024 nacieron 2.216 personas en la ciudad, 173 menos que en el 2023. Al mismo tiempo, las defunciones aumentaron de 2.799 a 2.879 en el último año. En términos simples, mueren más personas de las que nacen.

Esto plantea preguntas importantes sobre el futuro de nuestra población y las decisiones que debemos tomar desde ahora.

Si ampliamos la mirada, las proyecciones de población del DANE refuerzan esta tendencia. En el 2015, la población menor de 5 años era de 27.841 personas, mientras que en el 2025 será de 25.580, lo que significa una disminución del 8%.

En contraste, la población de 60 años y más pasará de 68.472 a 98.360 en el mismo periodo, un crecimiento del 44% en una década. En otras palabras, la base de la pirámide poblacional se estrecha mientras la parte superior se expande, invirtiendo la pirámide.

Este fenómeno no es exclusivo de Manizales. Muchas ciudades en Colombia y el mundo están experimentando caídas en la natalidad y aumentos en la esperanza de vida.

Las razones son diversas: cambios en los modelos de familia, acceso a métodos anticonceptivos, mayores oportunidades para las mujeres en el ámbito laboral y educativo, y una percepción de inestabilidad económica que podría retrasar o desincentivar la decisión de tener hijos.

En paralelo, los avances en salud han extendido la vida, generando sociedades con una mayor proporción de adultos mayores.

¿Qué implica este cambio para la ciudad? Primero, hay retos en la sostenibilidad del sistema de seguridad social y pensiones. Con una población envejecida y una base de contribuyentes cada vez menor se hace urgente revisar políticas para garantizar el bienestar de las generaciones mayores sin sobrecargar a los jóvenes.

Segundo, el mercado laboral y la educación deben adaptarse a una estructura poblacional diferente, promoviendo empleos y formación en sectores que respondan a esta nueva realidad.

Tercero, la infraestructura y la oferta de servicios de la ciudad deben ajustarse para atender a una mayor población de adultos mayores, desde espacios públicos accesibles en los que se puedan tomar pausas y descansar hasta sistemas de salud más robustos.

Pero también hay oportunidades. Un entorno con menos jóvenes podría facilitar un modelo de desarrollo más sostenible, en el cual la inversión en calidad de vida puede ser la prioridad y logre enfocarse y realizar esfuerzos más efectivos.

También es una oportunidad para fortalecer la economía plateada, impulsando sectores como el turismo para personas mayores, la atención domiciliaria, el ocio, la cultura y la tecnología aplicada al bienestar de esta población.

El envejecimiento de Manizales es un hecho, pero no tiene por qué ser una crisis.

La clave está en planear con visión de futuro, adaptando nuestras políticas y estructuras a una ciudad en la cual la experiencia y la longevidad sean fortalezas, no desafíos insuperables.