Mayormente tenemos prisa. El semáforo se coloca en amarillo y los carros de atrás empiezan a pitar. Un instante más y ya vamos a 70 km/h. Luego viene la cámara, el pantallazo, la multa. Y otra vez la misma historia de ir a pagar, quejarse, repetir. En Colombia, conducir rápido parece más una costumbre que una infracción, y las multas, más un trámite que una lección.
¿Qué tan cara tiene que ser una multa para que realmente nos preocupe? Hoy conducir con exceso de velocidad es una multa que cuesta 711.750 pesos. Una cifra que puede parecer alta, pero que en la práctica puede no lograr lo que promete, reducir la velocidad en las vías. La pregunta entonces no es cuánto más cobrar, sino por qué seguimos creyendo que castigar es la única forma de cambiar el comportamiento.
En promedio, los límites de velocidad en zonas urbanas son de 50 km/h. En áreas escolares o residenciales, bajan a 30 km/h, y en vías principales pueden llegar a 60 km/h (siempre que estén bien señalizadas). Límites que suenan razonables, pero que muchos superan con facilidad. No por maldad, sino porque nos acostumbramos a correr. Porque el tiempo apremia, porque “solo son unos kilómetros más”. Hasta que un día esos kilómetros hacen la diferencia entre llegar y no llegar.
En Estocolmo decidieron cambiar la lógica y en lugar de solo castigar, también premiaron el buen comportamiento. Instalaron cámaras para multar a quienes excedían el límite y, al mismo tiempo, inscribir automáticamente en una rifa a quienes manejaban dentro de la velocidad permitida. El premio salía del dinero recaudado por las propias multas. La idea resultó un éxito. En pocos meses, la velocidad promedio bajó de 32 km/h a 25 km/h, una reducción del 22% (ver más: https://acortar.link/hWH8PA). Una simple mezcla de tecnología, ingenio e incentivos logró lo que las sanciones solas no habían conseguido, que la gente quisiera cumplir la norma.
Si los incentivos pueden funcionar mejor que los castigos, ¿por qué no intentarlo? En Colombia seguimos creyendo que la multa, por sí sola, educa. Pero el sistema incluso abarata su propio castigo. Si el infractor acepta la falta y toma un curso de seguridad vial, paga solo el 50% del valor. En otras palabras, la multa no “duele” tanto. Y cuando no duele, tampoco enseña.
Según el Instituto de Medicina Legal, la principal causa de muerte por accidentes de tránsito en Manizales durante el 2024 fue el exceso de velocidad. Y la Organización Mundial de la Salud advierte que por cada 1% de aumento en la velocidad promedio, el riesgo de una colisión mortal crece un 4%. No es un asunto menor, pasar de 50 a 65 km/h multiplica por cuatro la probabilidad de matar un peatón.
No se trata de llenar las calles de radares ni de inflar el valor de las multas. Se trata de entender que manejar despacio no es solo cumplir la norma, sino cuidar la vida. A veces, para avanzar como sociedad, hay que aprender a ir más despacio.