Lamento decirlo, pero desaparece lentamente el patrimonio arquitectónico cafetero en los pueblos de Caldas.

Las casonas tradicionales en los marcos de las plazas principales y en las calles están siendo reemplazadas por edificios modernos de vidrio, aluminio y concreto cuyas fachadas carecen de atractivo turístico.

Municipios como Villamaría, Neira, Anserma o Riosucio han ido perdido gran parte de su esencia cultural.

En contraste, departamentos como Antioquia, Quindío y Risaralda han preservado su arquitectura típica, revitalizando pueblos como Jardín, Jericó, Sonsón o Abejorral, Salento y Filandia o Marsella.

Estas acciones han convertido sus centros históricos y sus calles reales en importantes destinos turísticos, demostrando que la conservación patrimonial y el turismo rural pueden ser motores de desarrollo económico y social.

Ahora que el turismo cultural y ecológico evidencia un cambio en las preferencias de los viajeros, tanto nacionales como extranjeros que desean escapar de las ciudades buscando experiencias auténticas: caminar por pueblos tradicionales, disfrutar de la naturaleza y la gastronomía local y explorar la biodiversidad a través de la práctica del senderismo.

Sin embargo, Caldas ha sido permisivo con la pérdida de su patrimonio, debido posiblemente a la falta de normas efectivas, control gubernamental y concientización sobre la importancia de proteger y valorar nuestra arquitectura cafetera.

Para la recuperación de los centros históricos caldenses es esencial desarrollar un plan integral de choque, involucrando a las comunidades locales y por qué no, a una entidad pública como Inficaldas, la cual podría liderar y apalancar este proyecto, que incluiría la restauración de fachadas, balcones, aleros, puertas y ventanas de madera, junto con las mejoras de la infraestructura urbana de calles, andenes, parques y servicios públicos.

También sería necesario invertir en infraestructura turística como hoteles y restaurantes, y capacitar al personal para atender a los visitantes en hotelería y gastronomía.

Este esfuerzo integral generaría empleo para carpinteros, albañiles, pintores y arquitectos, formando una mano de obra calificada en restauración patrimonial.

Además, permitiría que los pueblos recuperaran su identidad histórica atrayendo turismo nacional e internacional. Todo lo anterior debe estar ligado a una buena estrategia de promoción turística.

Los pueblos caldenses tienen el potencial de convertirse en destinos emblemáticos, complementando el atractivo natural del Nevado del Ruiz con la riqueza cultural de su arquitectura y tradiciones.

En el caso de Caldas, no solo se trata de preservar la memoria arquitectónica, sino también es una oportunidad para revitalizar y desarrollar la economía local mediante el turismo.

La inversión tanto pública como privada en el patrimonio cultural puede generar un círculo virtuoso que fomente un turismo sostenible, impulsa la creación de empleo evitando que los jóvenes emigren, mejora la infraestructura, eleva la calidad de vida y refuerza la identidad cafetera.

Es urgente actuar para que las nuevas generaciones hereden un patrimonio vivo que les permita conectar con su historia y su cultura, incrementar el sentido de pertenencia y asegurar así el éxito de los proyectos futuros y la supervivencia de los pueblos.

La preservación del patrimonio cultural no es solo un deber histórico, sino también una oportunidad de progreso para las comunidades.